La puerta de la oficina estaba abierta. Todos vieron lo que pasó. Pero, aunque se hacían una idea, nadie se animó a decir nada. El silencio era total.
La mirada de Jeison no indicaba nada bueno. No salió tras ella, solo se dejó caer en el sofá y cansado apoyó la mano en la frente.
Él era el director del bufete y, Zinnia, como subordinada, había mostrado una mala actitud y metido sus problemas personales en el trabajo. Por eso estaba molesto.
La compañera que me contaba estos chismes solo quería desahogarse de lo incompetente que ella era. Según ella, lo único que tenía para conseguir ascensos eran sus conexiones.
Incluso apostó cuánto tiempo más la aguantaría él.
Yo no le contesté. Le mandé una carita sonriente para no quedarme en el tema.
La verdad es que en el pasado Jeison también me regañaba seguido, pero yo sabía que lo hacía para que yo aprendiera. Así que cada error era una lección y me esforzaba más.
Después de la secundaria, perdí a mis padres.
Sin estudios universitarios, tuv