Liam suspiró y continuó diciendo.
—Sí… intenté convencerla, pero fue muy firme. Dijo que iba a buscar a su esposo, así que terminé aceptando.
La cara de Jeison parecía salida del infierno. Sus ojos estaban desbordados de ira y le sobresalían las venas de la mano con la que tenía agarrado el celular.
De la nada, preguntó entre risas.
—¿Y desde cuándo tiene otro esposo?
Liam se quedó sin palabras.
—¿Cómo pudiste aceptar su renuncia? ¡Yo soy el responsable! ¡Toda renuncia debe pasar por mí! —Jeison la reprendió, furioso.
—Papá, ¿con quién hablas? ¿No vas a dormir? —Interrumpió la vocecita de un niño por teléfono.
En cuanto escuchó esa voz frágil, Jeison se quedó en silencio.
—Ya voy, hijito. Pórtate bien y duerme. —Respondió Liam con ternura. Incluso se alcanzaba a escuchar el sonido de unas palmaditas, como si estuviera arrullándolo.
Jeison quedó pasmado.
Unos segundos después, colgó la llamada. Y, como si de repente hubiera despertado, murmuró para sí mismo:
—Yo… yo también tenía una fa