—¿Oh? ¿En serio? ¡Bueno, felicidades! —exclamó Álex, genuinamente sorprendido—. No me lo esperaba.
—Yo tampoco —dijo Sofía con un suspiro de alivio, sacando una silla y sentándose—. Todo fue tan repentino, hasta caótico, pero de alguna manera, al final, todo encajó perfectamente.
—¿Te importa compartir los detalles? —preguntó Álex, sacando un par de bebidas instantáneas y ofreciéndole una.
—Bueno, primero lo primero —comenzó Sofía, inclinándose hacia adelante con emoción—. Mi matrimonio con Gilbert Guise ha sido oficialmente registrado con el gobierno. Incluso hay una cláusula peculiar que establece que, como su esposa legal, heredo todo de la familia Guise—incluyendo el asiento de gobernador, que ha pasado de generación en generación.
Claramente se veía emocionada sabiendo que Gilbert ya estaba muerto—y no tenía que casarse con nadie ahora.
Todo lo que tenía que hacer era aceptar todo lo que la familia Guise poseía.
Había un viejo dicho: si un hombre lastimaba terriblemente a una muje