Kelly echó la cabeza hacia atrás, riendo tan fuerte que el sonido prácticamente retumbó en toda la habitación.
—¿Cinco millones por un pedazo de raíz podrida? Es el mejor chiste que he escuchado en todo el año —se burló con los ojos brillando de alegría.
No sentía ni una pizca de compasión por Clara; había estado esperando el momento perfecto para verla fracasar estrepitosamente.
La mirada de Clara podría haber cortado el acero. —Cierra la boca, antes de que te la cierre yo.
—Uy, qué miedo —respondió Kelly con desdén, arqueando una ceja—. Inténtalo, cariño. A ver si puedes acercarte a dos pasos de mí sin romperte un hueso. El tuyo, obviamente.
Las mejillas de Clara se tornaron de un rojo furioso, y parecía lista para lanzar la marchita raíz a la cara de Kelly.
Florence, percibiendo que las cosas solo podían empeorar, intervino. Le dedicó una sonrisa desesperada a Kelly, como una mujer ahogándose que suplica por ayuda.
—Señorita Kelly Kingston, somos del grupo Lancaster, ¿recuerda? Su s