Álex caminó por el pasillo hacia el salón VIP. No necesitaba mirar atrás para sentir la tensión: guardaespaldas ocultos tras las paredes, vigilando cada salida y ventana. Con un rápido barrido mental percibió sus auras marciales, todas con habilidades muy superiores a las de un matón común.
"Así que Raymond quiere impresionar", pensó con una sonrisa irónica. "No importa". Abrió la puerta y entró.
—Raymond —dijo sin preámbulos—, me dijiste que habías conseguido una raíz de ginseng silvestre americano de quinientos años. Vine por ella. ¿Dónde está?
Raymond, elegante en su traje a medida, se acomodaba en el sillón como si fuera dueño del mundo.
—Qué impaciente —bromeó, aplaudiendo una vez.
Un guardia entró con una caja de madera pulida. Raymond la colocó despacio en la mesa, abriendo la tapa con movimientos teatrales.
Dentro había una raíz amarillo oscuro del tamaño de una mano, con filamentos largos que se curvaban sobre sí mismos. Al verla, Álex la miró como si hubiera encontrado oro.
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