La respiración agitada de Víbora llenó el silencio mientras sus ojos permanecían fijos en Álex, mezclando odio y respeto en su mirada.
—Está bien, chamaco —murmuró al fin, tragándose su orgullo—. Dejémoslo así. Me dejas ir y yo dejo que todos salgan vivos de aquí.
El tipo de blanco lo miró boquiabierto. —Pe-pero, hermano...
Víbora se volvió hacia él bruscamente. —¡Cierra la boca! No necesito consejos ahorita.
Álex lo observó un momento más y luego aflojó lentamente su agarre.
El vidrio filoso se apartó de la garganta de Víbora, dejando una línea delgada de sangre, y todo el bar exhaló aliviado mientras el tipo de blanco se estremecía y apartaba su navaja del cuello de Jack, empujando al idiota hacia adelante.
Jack voló hacia Sofía, quien apenas logró evitar que se estrellara contra el suelo, mientras Florence corrió hacia ellos toda nerviosa y preocupada, cuando hacía cinco segundos había estado insultando a Álex, y Víbora rodó los hombros frotándose la marca roja en el cuello.
—Tienes