Marco se encontraba con el cuchillo en alto, pero Álex ni siquiera se molestó en mirarlo, con un movimiento suave, casi perezoso, su mano se disparó y conectó con el rostro de Marco.
Un crujido repugnante resonó por la habitación cuando la nariz de Marco se rompió, enviándolo tambaleándose hacia atrás, y el cuchillo cayó inofensivamente al suelo.
—¿Cómo te atreves a atacarme? —bramó Marco, con sangre corriendo por su barbilla.
—¿Quién te dijo que vinieras contra mí? —se burló Álex.
Su fría mirada se desplazó hacia Jasper, quien todavía mantenía a Megan como rehén.
—¡No des otro paso más, o le cortaré la garganta! —gruñó Jasper, con la voz temblando de una manera que lo traicionaba, mostrando que tenía más nervios que resolución.
Álex solo sacudió la cabeza, su expresión tallada en piedra.
—No hay nada en este mundo, o por encima de él, excepto Dios Todopoderoso, ante lo que me inclinaré jamás. Ni el miedo, ni la muerte tienen poder sobre mí.
Su voz retumbó con un poder silencioso, era