CAPÍTULO — EL TIEMPO DONDE TODO ENCAJA
Los días que siguieron a la reunión por la presidencia fueron distintos.
No porque hubiera música, ni festejos, ni titulares grandilocuentes, sino porque algo se había ordenado por dentro. En la empresa todavía no había un nuevo presidente en funciones, pero Ayden caminaba por los pasillos como si ya llevara el peso del cargo sobre los hombros, no desde el orgullo sino desde la responsabilidad. Y los empleados lo notaban. Las miradas tenían otro respeto. Las conversaciones bajaban de volumen cuando pasaba. Las sonrisas eran más sinceras.
Había madurado sin anuncio oficial.
Había cambiado sin discurso.
Sofía lo observaba a distancia, desde su despacho, como lo había hecho toda la vida: con dolor, con amor, con miedo de madre, con orgullo que todavía no se animaba a decir en voz alta. A veces se le escapaba una sonrisa sola, pequeña, casi clandestina, como si no quisiera ponerle nombre a ese milagro cotidiano por temor a que se rompiera si lo p