CAPITULO —ME CONTUVE
Siguieron en el mismo silencio espeso cuando Ayden cerró la puerta del apartamento, como si el mundo se hubiera quedado del otro lado y ellos dos fueran los únicos habitantes de algo nuevo que todavía no se animaban a nombrar. Milagros dejó el saco sobre una silla y fue directo a la cocina, abrió la heladera sin saber bien qué buscaba y se quedó mirando un instante el interior, no por hambre sino porque necesitaba un gesto cotidiano para volver a la tierra después del golpe de realidad que llevaba Ayden en los hombros desde hacía horas.
Él la observó apoyar los codos en la mesada, cerrar los ojos apenas, inhalar hondo y volver a exhalar como quien aprende a respirar de nuevo después de un susto. No dijo nada al principio. Esperó. La vio girarse para mirarlo por fin, con esa mezcla de fortaleza y cansancio que empezaba a reconocerle como una segunda piel.
—Me contuve —dijo al fin, sin rodeos, como si temiera que si lo adornaba con palabras el valor se le escapa