CAPÍTULO — “POR PRIMERA VEZ, SIN CONTRATOS”
Milagros no respondió con palabras a su pregunta. Simplemente lo besó de nuevo. Y ese beso no fue solo el fin del miedo; fue el inicio de una confianza ciega que le atravesó el pecho y lo hizo sentir vulnerable, sí, pero extrañamente poderoso. Ella se estaba entregando no solo a Ayden, sino a todo lo que él era.
La levantó, sintiendo el peso exacto y perfecto de su cuerpo alrededor de su cadera. El mundo se redujo al olor de su piel, al sonido de su respiración agitada y al roce embriagador de sus muslos. Mientras caminaba hacia la cama, su mente gritó una verdad que jamás había conocido: esto era real. Con otras mujeres solo había habido descarga, alivio, un deseo voraz que se agotaba al satisfacerse. Pero con Milagros, el deseo era solo la puerta de entrada a algo inmenso.
La dejó caer suavemente sobre las sábanas, pero sin soltarla. Su cuerpo se deslizó sobre el de ella, y la diferencia fue abismal. Antes, el contacto era para tomar;