Capítulo — Lo que criamos sin querer
 El portazo resonó por toda la casa Castell como un trueno.
 El eco se perdió en el pasillo largo, entre las fotos familiares y los cuadros antiguos.
 Ayden caminaba rápido, con el ceño fruncido, las manos hundidas en los bolsillos del pantalón, y la rabia marcándole la mandíbula.
 —¡Siempre lo mismo! —murmuró entre dientes—. ¡Siempre tengo que ser el problema!
 Sofía salió detrás de él, todavía con los ojos húmedos por la tensión del almuerzo.
 —¡Ayden, esperá! —le pidió, alcanzándolo antes de que cruzara la puerta de entrada—. No te vayas así, por favor.
 Él se detuvo, girando con un gesto brusco.
 —¿Así cómo, mamá? ¿Cómo se supone que me vaya? ¿Con una sonrisa? ¿Aplaudiendo que me quieren sacar lo que me corresponde?
 Sofía lo miró con paciencia, aunque por dentro le ardía el pecho.
 —Nadie te quiere sacar nada, hijo. Tu abuelo solo te dio una oportunidad para que demuestres que podés…
 —¿Que puedo qué? —la interrumpió, levantando la voz—. ¡Si