Capítulo — El primer llanto
Guillermo alcanzó a Adrián en el pasillo, justo cuando éste se disponía a entrar a la sala de partos. Lo tomó del brazo y lo obligó a mirarlo a los ojos.
—Adrián —le dijo con voz serena pero firme—, escúchame bien. Tenés que estar tranquilo. Por vos, por Sofía, por el bebé… y por mí también, quiero verte entero. Tu familia te necesita fuerte.
Adrián tragó saliva, conteniendo la respiración. Sentía las piernas flojas, pero esas palabras se clavaron en su pecho como un ancla.
—Lo voy a estar, Guille. Te lo prometo.
Guillermo le dio una palmada en el hombro, y Adrián avanzó hacia la sala.
En la antesala, una enfermera le alcanzó la ropa estéril: bata verde, gorro y botas descartables. Adrián los miró como si le hubieran entregado un rompecabezas. Intentó ponerse el pantalón en la cabeza.
—¿Esto va arriba o abajo? —balbuceó, con las orejas rojas.
Guillermo no pudo contener la carcajada.
—¡Adrián! El pantalón se pone en las piernas, no en la cabeza.
—¡E