Capítulo — A Prueba de Miedos
En el hospital, la calma era relativa. Sofía seguía con contracciones esporádicas y por eso la dejaron internada en observación. La doctora Ángela entró a la habitación con gesto sereno, pero con la seriedad de quien no quiere dejar cabos sueltos.
—Sofía —dijo mientras revisaba el monitor y tomaba nota en la carpeta—, vamos a esperar unas horas más, pero no descarto que tengamos que administrarte la inyección para ayudar a madurar los pulmones del bebé.
Adrián levantó la vista de inmediato, con el corazón en un puño.
—¿Es grave?
Ángela negó suavemente.
—No, Adrián. Es una medida preventiva. El bebé todavía es muy pequeño, pero si decidiera adelantarse, queremos que sus pulmones estén más fuertes para respirar por sí mismo.
Sofía, recostada, respiró hondo y trató de sonreír.
—Está bien, doctora. Haré lo que sea necesario.
Ángela le acomodó la sábana y le acarició el brazo, en un gesto maternal.
—Eso es lo importante: que estés tranquila.