“… Finalmente, la fortuna se mostró favorable conmigo; había llegado el tan ansiado fin de semana. Permití que mi torpe inspiración poética diera paso a la romántica confesión de amor que brotaba dentro de mí por mi Danna; la cual sería mi respaldo para solicitar, rogar, pedir, e implorar que fuera mi esposa… «Sí, sí, sí, ya sé que perdí ante ella, ante Morgan y ante cualquiera, pero, ¿qué más esperan de mí?… Soy un buen perdedor, ¿saben? en ocasiones hay que saber perder, sobre todo cuando el premio no será entregado al ganador… Me río ante el destino al esconderme del karma», pensé seguro que vendrían tiempos felices junto a ella. A demás tenía conmigo un juego de anillos de compromiso que esperaba llenase sus expectativas… «En caso de que ella dudara, dejaría que mis más fieles cómplices la convencieran, ya que ella, difícilmente, se resistiría a troncón y a cuevita».Mi corazón se debatía entre galopear contra mi pecho o detenerse en seco, mientras iba en ese momento a recogerla.
“… Danna corrió otra vez hacia mí, mirándome a los ojos, me recordó cuando le dije que yo tenía la capacidad de obligar a las personas a hacer lo que yo quisiera—Dale la orden, Daniel, que se quede conmigo porque yo anhelo ser su esposa, ¡ordénaselo!, Daniel, has eso por mí —Me suplicó, mientras se aferraba a mi camisa.En ese instante, los dispositivos sonaron uno tras otro. Mi destrozada y desesperada Danna se desplomó a mis pies, aferrando con fuerza sus pequeñas manos alrededor de mis tobillos, sollozando sin consuelo, para que lo obligara a quedarse con ella; porque Danna prefería morir que estar sin él...«Allí fue cuando me vine abajo por completo, mi masculinidad se desvaneció en un instante, ya que cómo aceptar que mi amor, mi mayor amor, decidiera estar con otro», reflex
“… En esos meses, realmente, me encontraba en celibato autoimpuesto, por consideración al amor por duplicado que vivimos cada uno. Manuela había asumido sin protesta el rol de cuevita; quien sabía que debía estar en espera de troncón, sin embargo, yo no iba a apresurar ni presionar a mi Danna.El “tic tac” del tiempo nos entregó casi seis meses, ya mi Danna estaba al día con el trabajo acumulado, vivía sola, aún iba a consulta una vez a la semana. Sus avances eran gigantescos, según la psicóloga, quien era amiga de mi familia y nos mantenía al tanto de los progresos sin romper su ética profesional.Un año después, un sábado cualquiera, Danna, se presentó de sorpresa en mi apartamento. Me asombré, ya que ella paulatinamente se había alejado de mí. Creí, en ese entonces, que debía darle espacio y tiempo para sanar. Pero debía de reconocer que varias veces por semana me escabullía para verla, de lejos, en la oficina trabajando y siempre buscaba la tobillera al final de su esbelta pierna.
“… Fiel a mi naturaleza, no tardé en establecer una nueva rutina; me acostumbré a llegar tarde y con prisa al comedor, siempre siendo el último en ser servido. Ese día no era la excepción, mientras los dos últimos empleados se disponían a volver a sus labores. Como de costumbre, seleccioné una mesa junto a la ventana, dejándome llevar por mis pensamientos y recuerdos, cuando de repente escuché una voz suave y aterciopelada, la que me sacó de mi aletargamiento.—Hola, disculpa, ¿podríamos compartir la mesa? —elevé la mirada, para ver parada frente a mí una mujer que me dio la impresión de ser extranjera por la exótica pronunciación de su español, sus rasgos fueron, realmente, difíciles de ubicar en una raza en particular.—¿Disculpa? —respondí, algo perdido en
“…Estábamos esperando en el área de atención al cliente cuando de pronto vi a un sobrecargo traer en brazos a una hermosa beba, la que me pareció, según ni inexistente y corta experiencia con esos monstruos infantiles, que no tendría más de año y medio. En ese instante a Talía se le llenaron los ojos de lágrimas, para simplemente correr a cargarla, a la par que la colmaba de besos... «Tranquila, mujer, tus labios son míos», dejé que mis egoísmos y miedos se apoderaran de mi celosa mente… «¿Quién es ella?, ¿qué está pasando?», mi mente se llenó de un sinfín de inquietudes.—Daniel, te presento a mi hija Erika —expresó orgullosa y feliz, mientras colma de besos el rostro del bebé.—¡Dios, rayos!, Talía nunca dijiste que estás casada… Yo no sé qué decir —gagueé por un momento, pero no pude evitar tocar la pequeña mano de la bebita.—No estoy casada, estoy felizmente divorciada, gracias a Dios —soltó entre risas, haciendo girar a la pequeña.Mientras conducía a casa de Talía, me entretuve
“… Mis confundidas, alocadas y desorientadas neuronas lograron conseguir un poco de cordura, haciendo que la migraña entrase en posición de reposo. Suspiré aliviado, pero aún nervioso. Mi maltrecho corazón no estaba dispuesto a entrar en otro juego; en el cual tendría todas las de perder antes de finalizar la partida… «No, señor, otra vez no», me juré por respeto a mí mismo.El saber la divorciada tanto legal o emocionalmente me hizo feliz, pues no jugaría en la posición del amante nunca más. Sin embargo, necesité corroborarlo, nuevamente, así que volví a insistir con eso del divorcio, obteniendo la misma respuesta de ella.Contrariado, pero esperanzado, vi como el rostro de mi nueva casinovia palideció, tras soltar un par de bocanadas de aire, intentando encontrar algo de valor antes de abrir su provocati
“… Los besos y las caricias no se hicieron esperar, como suelen ocurrir ya en las últimas citas donde saboreábamos nuestros labios, al igual que nuestras hambrientas manos hacían traviesos recorridos sobre nuestros deseados cuerpos, pero me mantuve firme con el castigo a troncón.En esta ocasión no estaba dispuesto a perderla, y no por ser un mal perdedor, sino por el simple hecho de que ahora conocía lo que un amor unilateral puede hacerle a un corazón solitario… «Jamás juzgaré a Danna, ella al igual que yo nos entregamos por razones distintas. Danna es y será siempre una amiga valiosa que fue capaz de ir contra su moral, con tal de mantener con vida no solo su amor, si no la vida del ser amado, y eso es algo simplemente maravilloso. Yo, por mi parte, lo que empezó como una apuesta sin pies ni cabeza llegó hacer la mayor y más dolorosa lecci&oacut
“… ¡Por todos los truenos, diablos y millones de rayos!, no era momento de pensarlo mucho, porque lo justo es justo, así que decidí darle la verdad, dejando atrás un pasado pletórico de un amor por duplicado, ya que, ¡rayos!, era mi verdad… «Sí reconocer hoy en día que el recuperarme de la vivencia de ese amor, el cual creí dulce, pero que terminó siendo amargo, tanto para Danna como para mí, me costó todo un mundo lleno de noches solitarias, de tardes interminables y de mañanas frías, pero que ahora me hace ser digno de volver al ruedo de las relaciones amorosas, pues estoy adentro otra vez», pensé seguro de ser más maduro y fuerte que hace casi dos años. Para ser justo, mi relación con Danna en un principio fue solamente una apuesta entre dos hombres que intentaban, sin éxito, demostrarle al contrario su versió