Daryl aún no se había percatado de la presencia de Lilian. Estaba de espaldas, ligeramente inclinado hacia adelante, tal vez hablando con Alicia, que se encontraba bastante cerca de él. Sus voces eran apenas audibles, difusas, pero los gestos de Alicia parecían suaves.
Lilian se hallaba al borde del sendero que conducía hacia Daryl y Alicia. Sus dedos apretaban con cierta inseguridad el asa del bolso, aunque su rostro permanecía sereno. No quería interrumpir, pero tampoco deseaba quedarse allí parada como una extraña.
En lugar de hablar o interponerse, Lilian avanzó con pasos lentos. El crujido leve de sus zapatos sobre la gravilla fina se dejó oír con claridad en el silencio de aquella tarde en el jardín.
Daryl se giró de pronto hacia el sonido. Sus ojos se abrieron un poco más al ver a Lilian allí, de pie.
—Lilian... has vuelto —dijo.
La mujer a su lado también se giró, entrecerrando ligeramente los ojos.