Margaret hizo la maleta en cuanto recibió la alerta. No perdió tiempo evaluando qué empacar ni pensando en el cansancio acumulado del viaje; solo quería volver cuanto antes. Mientras abría un cajón para tomar unos documentos, marcó el número de Lucien con manos temblorosas, sintiendo cómo la preocupación y la furia le latían al mismo ritmo acelerado del corazón.
Lucien respondió al tercer timbrazo, con voz calmada, ajeno aún a la tormenta que se avecinaba.
—¿Esto que hizo Lorain fue con tu aprobación? —preguntó ella sin preámbulos y desafiante.
Del otro lado, se hizo un silencio breve, como si él necesitara descifrar el significado de sus palabras.
—¿De qué estás hablando? Margaret—preguntó al fin, confundido.
Margaret inhaló profundamente, acumulando la rabia y la indignación que llevaba cargando desde que revisó los mensajes y las pruebas.
—Tengo evidencia suficiente para demostrar que Lorain me incriminó. Y escucha bien: si ella o tú le hacen daño a Shaira, aunque sea un solo cabe