CAPÍTULO 56
Brandon apenas alcanzó a estacionar cuando vio a Lorain bajo el farol, abrazándose a sí misma con demasiado dramatismo. Llevaba una chaqueta ligera que no servía para el frío de la noche, y aun así se mantenía erguida como si el viento la hubiera traicionado a propósito. Apenas sus labios tiritaban.
Él frunció el ceño al instante y sin pensarlo se quitó su abrigo, colocándoselo sobre los hombros.
—¿Qué haces afuera? Vas a enfermarte. Pudimos vernos en otro lugar.
Lorain levantó la mirada lentamente, con los ojos brillantes y húmedos. Parecía que su llanto estaba a punto de desbordarse, pero ella sabía fingir a la perfección.
—¿Qué importa? —susurró, con una voz suave que sabía usar muy bien—. Si igual… nadie se preocupa por mí, siempre es la misma situación.
Lorain conocía demasiado bien a Brandon.
La madre de Brandon había fallecido cuando él aún era adolescente, y poco después su padre regresó a casa con otra mujer y con un chico que era incluso unos años mayor que él. A