CAPÍTULO 37

Margaret permaneció unos segundos inmóvil, aun procesando todo lo que acababa de ocurrir. Podía sentir todavía los pases de Lucien alejándose, como si eso fuera una condena para su alma.

Adrien la observaba con discreción, sin intentar invadir su espacio, pero con esa mirada que parecía comprender incluso lo que ella no decía.

—No deberías permitir que eso te derrumbe —dijo él finalmente, con voz suave pero firme—. Ese hombre no está tan lejos de ti como quiere aparentar, se le nota. Parecía celoso, o no lo sé.

Adrien le dio un sorbo a su taza de café, y se encogió de hombros.

Margaret lo miró con incredulidad.

—¿Qué insinúas? Lucien no estaba celoso, eso no es cierto.

Adrien apoyó los codos sobre la mesa y entrelazó las manos.

—He visto ese tipo de mirada antes —explicó con calma—. No era odio lo que había en sus ojos… era algo mucho peor. Deseo, culpa, celos. Si realmente le fueras indiferente, no habría reaccionado así. Si te atrevieras a luchar un poco más, quizá las cosas entre
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