[ZAED]
El aire dentro del edificio Morello es distinto hoy. Más denso. Más hostil.
Cada paso que doy por los pasillos parece retumbar en el mármol como un recordatorio de que este lugar, alguna vez mío, ya no me pertenece.
Las miradas se desvían cuando paso. Los empleados fingen estar concentrados, pero sé que sus ojos me siguen. Todos saben quién soy. El hijo del gran Vittorio Morello. El heredero. El arquitecto prodigio que regresó de Italia para “honrar el nombre de la familia”.
Y el traidor que ahora carga con un apellido que empieza a resquebrajarse.
La secretaria de mi padre intenta detenerme cuando me acerco a su despacho.
—Señor Morello, su padre está en una reunión. No puede…
—Puede —interrumpo, sin siquiera mirarla.
Empujo la puerta y entro sin pedir permiso.
Mi padre está de pie, junto a los ventanales. Habla por teléfono, pero al verme, se detiene. Su silencio pesa más que cualquier palabra.
—Te llamo luego —dice, cortando la llamada sin apartar la vista de mí. —¿A qué deb