[ZAED]
El edificio se siente distinto cuando subimos las escaleras. O quizás somos nosotros los que estamos distintos. Alya sube un escalón por delante de mí, mirando cada tanto el anillo, como si necesitara recordar que es real, que está ahí, brillando sobre su piel.
Abro la puerta del departamento y la dejo entrar primero. La luz del atardecer se entra por la ventana, pintando todo de un dorado cálido que de a poco deja atrás los rastros se sea tormenta que amenazo con cubrir la ciudad. Y ella… ella parece parte de esa luz. Parece hecha de ese brillo suave que anuncia el comienzo de algo.
Cierra la puerta con suavidad, recargándose un segundo contra ella, como si necesitara detener el tiempo.
—Zaed… —susurra, mirándome con una mezcla de incredulidad y felicidad cruda—. ¿Qué acabas de hacer?
Me acerco despacio, sin romper esa especie de magia nueva que flota en el aire.
—Algo que debí hacer hace años —respondo.
Ella ríe. Una risa breve, ahogada por la emoción. Se tapa la boca con los