Capítulo 39. Cargos de conciencia
Elijah Lennox
La soledad se ha convertido en mi única compañía. No importa cuántos hombres me rodeen en las reuniones de mi padre, ni cuántas órdenes cumpla en su nombre; al final del día, cuando cierro los ojos, lo único que me queda es el peso de mis pecados. Estoy cansado de luchar, cansado de obedecer, cansado de ser el brazo ejecutor de atrocidades que nunca elegí, pero que acepté por miedo, por lealtad, por esa maldita necesidad de demostrar que soy digno de su sangre.
Entre todas las cosas que he hecho, hay una que me persigue más que ninguna otra. Una noche en el club de Angelo, cuando crucé una línea que jamás debí cruzar. Cuando abusé de esa chica inocente. Desde entonces, cada vez que pienso en ella, siento que me pudro por dentro.
Emily me habló hace unos días de la idea de ayudarla de forma anónima. Al principio me pareció absurdo. ¿Cómo podría reparar algo tan irreparable? Pero sus palabras se quedaron conmigo, como una semilla que germina en la oscuridad. Quizá no pueda