Capítulo 31. Culpa

Angelo

El cuarto aún huele a sudor y deseo cuando Emily se envuelve en la sábana y sale de la cama; sonríe avergonzada al ver que me ha dejado completamente desnudo y, por si fuera poco, yo me dejo caer de espaldas sobre el colchón sin pudor alguno. Mi pecho sigue agitado por lo que acabamos de hacer, y disfruto observando el rubor de sus mejillas mientras recoge su ropa del suelo y comienza a vestirse con apuro, como si no acabara de hacerla mía hace tan solo un minuto.

—Vuelve aquí —digo, palmeando el colchón—. Aún no termina la visita conyugal —bromeo, haciendo referencia a mi exilio voluntario.

Ha pasado una semana desde que Emily escapó de su madre para venir a buscarme, y desde entonces ha venido cada día de forma religiosa a visitarme. Le he hecho el amor tantas veces que no me cabe la menor duda de que me ama y estaría dispuesta a romper su compromiso con mi hermano si se lo pido.

—Me muero de hambre —dice, lanzándome mi ropa para que me vista también, y sale de la habitación
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