2 de diciembre. Mediodía.
Breckenridge
Mackenzie Hale
Me alejo de Killiam temblando de pies a cabeza. Ver el nombre de Damiano en su teléfono me recordó por qué es un completo error lo que acabo de aceptar con él y por qué también es un error el haber aceptado venir aquí. Fingir es una tortura.
Fingir que ya no siento nada por él. Fingir que nada está pasando. Aparentar que no me duele el alma y el corazón, mientras le doy una sonrisa a mi familia, mientras convivo con él.
Eso es lo más difícil.
Y lo peor es que yo fui quien pidió esto.
Killiam quiere que no haya diferencias entre los dos, que de verdad seamos esa pareja que fuimos estos años y no solo porque debemos aparentar frente a todos, sino porque según él, lo merece.
Acepté porque soy estúpida, porque él se sigue comportando como el hombre que siempre soñé para mí. Y porque estar aquí me vuelve vulnerable de una manera que odio.
¿Si lo mereciera, me estaría divorciando del hombre que amo?
Por supuesto que no.
Pero no estoy lis