La reunión

Sandro comenzó a alistarse sin ganas, no estaba de humor para andar de romeo y mucho menos para las reuniones que hacía su padre.

Se vistió con ropa casual y usó su colonia favorita, bajó en busca de su padre quien vestía de saco y corbata.

—¿Irás vestido así?

—Por supuesto padre, ¿por qué? ¿a dónde iremos?

Su padre no respondió a sus preguntas, ya no había tiempo de que Sandro se cambiase de ropa, iban con diez minutos de atraso, gracias a la lentitud con la que Sandro se alistó.

—Olvídalo, anda vamos, que llegaremos tarde y no quiero tener problemas con Albert y su hija.

Sandro, con una mueca caminó atrás de su padre hacia el auto, entró en él y sin decir una sola palabra se marcharon hacía el hogar de los Nolan.

—¿Estás lista? —le preguntó Albert a Ellie quién estaba encerrada en su habitación, sin bañarse y con la pijama de dormir, estaba dispuesta a ser castigada con tal de hacer romper el acuerdo de su padre con aquel hombre.

—No saldré, no me casaré y es mi última palabra, padre.

—¿Segura?

—¿Me quieres probar?

—Bien, en este momento estás desempleada y no tienes un centavo en tus cuentas bancarias ¿qué vas a hacer ahora?

—No te atreverías padre —tomó su celular y miró sus cuentas en cero —¿qué has hecho papá? —le gritó.

—Tienes trabajo gracias a mí, tienes dinero de mis cuentas, soy quien te da lo que se te viene en gana, ¿quieres jugar de lista? bien, busca que hacer de ahora en adelante, una cosa si te digo, en cuanto el acuerdo se cancele te vas de casa, Ellie, porque no pienso mantenerte, te he dado todo cuanto has querido y, aun así, no pones de tu parte, está bien, dile a Josías que te mantenga, a ver si puede con los gastos que generas.

Ellie lloraba por la crueldad de las palabras de su padre, ¿cuándo fue que se convirtió en un ogro con ella?, pero de esto se arrepentiría su padre, le haría pagar su crueldad.

Augusto llegó con Sandro a casa de Albert, unas cuadras antes pasaron por vino y unas flores para lo susodicha.

—Viejo amigo — se saludaron mutuamente.

Sandro apartó su cara con disgusto hasta que una voz le llamó la atención, Elizabeth apareció y los saludó con amabilidad, pero en Sandro las alarmas se despertaron, pues pensó que la chica que tenía una edad entre catorce y quince años era su futura esposa.

—Ella es mi hija menor, su nombre es Elizabeth, Ellie está por bajar en un momento, pero pasen y se acomodan.

—Mucho gusto —le saludó él.

Albert los hizo entrar y sentarse en el sofá del gran salón.

—¿cómo estuvo tu estadía en Suiza? —preguntó Albert a Sandro, tratando de hacer conversación y no ser evidente ante ellos.

—Muy bien, fueron grandes años de gran aprendizaje —le respondió.

En esa charla pasaron durante media hora, uno hacía pregunta y el otro respondía, hasta Ellie apareció por las escaleras vistiendo desarreglada, aunque se había duchado.

Albert sintió como si alguien lo hubiese trepado al techo para después arrojarlo por el precipicio, cuando su hija apareció al pie de las escaleras, con un chocolate en su mano y la boca llena de él.

—Buenas noches, ¿cómo están? —dijo con su boca llena apenas audible.

Sandro miró a su padre arrugando su cara al ver a esa mujer tan ridícula, ninguno de los dos respondió al saludo de Ellie y siguieron con la conversación que tenían entre ellos.

—Vamos a cenar —se apresuró a decir Albert

Todos se levantaron y fueron hacia el comedor, Ellie hizo a caminar, pero su padre la detuvo en seco y la hizo retirarse hacia su habitación.

Los ojos de Ellie se aguaron por las acciones de su padre, fue directo a su habitación, se arregló y bajó a cenar.

—¿Puedo acompañarlos?

Sandro levantó su vista, recorriendo a Ellie de arriba abajo, volvió si vista a su plano y no respondió a su pregunta.

—Claro, siéntese señorita.

Ellie se sirvió de comer y con clase comió, pero fue hasta que encontró a Sandro mirándola, estiró su mano y tiró el agua en su pantalón. Él se levantó y con una toalla secó un poco el agua.

—Lo siento, soy una tonta, disculpe joven.

Sandro la miró y la fulminó con su mirada, pues, si en algún momento la miró hermosa; ahora se le hacía tan desagradable.

—¿Tienen un baño que le pueda prestar a mi hijo? —preguntó Augusto un poco enfadado por la actitud de su nuera.

—Si claro —le respondió ella —acompáñeme.

Sandro la siguió hasta el baño más alejado del comedor, Ellie se giró para confrontarlo, pero él se le adelantó. La tomó por los hombros y la pegó contra la pared haciendo presión sobre ella.

—No sé cuál sea tu maldito problema conmigo, no creas que muero por casarme contigo habiendo más mujeres y mucho mejores que tú, pero adivina qué querida, si no te casas conmigo, te casaras con cualquier hombre que a tu padre se le venga en gana, menos al que tú quieres, así que, o pones de tu parte o vete despidiendo de tus millones.

Ellie no dijo palabra alguna, no logró gesticular al ver los ojos enojados de su prometido, se había pasado con él y eso ella lo sabía, pero para sí misma, él era el culpable de ahora tener que casarse, Sandro antes sus ojos era un ser despreciable.

Sandro la soltó y entró al baño, se limpió su pantalón y lavó su cara para quitarse un poco el enojo que sentía hacía Ellie.

—¿Crees que puedes venir aquí e imponerme tu gran poderío? —le reclamó entrando al baño y cerrándose en el junto a Sandro —¿qué quieres de mí?

—De ti no quiero nada, ¿no lo ves?, me caes mal, eres despreciable para mí, tu actitud de niña mala no me produce miedo, entiende que no quiero casarme contigo, ¿crees que esto lo decidí yo?, no tengo tan malos gustos, esto es entre mi padre y el tuyo, por mí estaría en este momento en busca de alguien más hermosa y más —dijo mirándola de arriba abajo —audaz, ahora, si no te importa, largo.

Ellie fue herida por las palabras de Sandro, su ego y su orgullo fueron rotos a la misma vez.

—Entonces cancela esto de una vez.

—Si tuviera el poder de hacer, ayer mismo esto se hubiese terminado, pero no tengo tan gran poder, así que si no es contigo será con otra y fíjate que no me da la gana buscar otra, así que te aguantas y si no te gusta, bueno, ve buscando donde dormir.

Ellie salió de aquel baño sabiendo que no había posibilidades para ella y Josías, tendría que casarse a la fuerza con Sandro, un ser despreciable y malo como el mismo satanás, una idea muy errada de lo que en realidad era Sandro.

—Por lo visto no habrá trato Albert, amigo, lo lamento mucho.

Ellie respiró aliviada, pero no por mucho, su padre la miró y se disculpó con ellos para hablar con ella.

—Has tu maleta y vete de mi casa, has deshonrado el esfuerzo de tu madre y el mío, no verás un cinco de mí parte de hoy en adelante, tus acciones tienen consecuencias y estas son el reflejo de ellas.

Ellie estaba angustiada por las palabras de su padre y Josías no tenía un trabajo estable para mantenerla, su padre en eso tenía razón, los lujos de Ellie no todos podían cubrirlos.

Sandro escuchó lo que Albert le decía a su hija, ya que salió del baño en un mal momento.

—Es lamentable, espero que tengas suerte buscando la mujer correcta para tu hijo.

Sandro se colocó al lado de Ellie haciendo que esta lo volviera a ver.

—Todavía tienes el poder de arreglar esto, solo tienes que hablar, puedo ayudarte si quieres, lo único es que habrá una serie de requisitos, está en tus manos y espero que tomes la decisión correcta, tienes tres días para hacerlo, después de allí, serás una desconocida para mí.

Ellie guardó silencio, sus ojos se aguaron por la decisión que estaba a punto de tomar.

"Maldición Ellie, no puedo creer que vayas a hacer esto" —se dijo a sí misma.

Augusto se despidió de todos menos de Ellie, quien la miraba con decepción.

—Señor Augusto, disculpe mi intromisión, lamento los inconvenientes de esta noche, yo quisiera que me diera la oportunidad de demostrar que puedo ser una buena esposa para su hijo, lo de esta noche, fue una tremenda equivocación, no quiero justificarme, solo pedirle una disculpa, estoy dispuesta a corregir mis errores.

Augusto miró a Sandro no muy convencido, pero a Sandro le pareció una buena idea, la chica físicamente era hermosa y él lo admitía, tenía agallas para enfrentarse a cualquiera y eso le gustó, aunque no que fuera con él.

—Pienso que, si ha sabido confrontarme, puede hacer el trabajo, padre, además, dijiste que no tenemos tiempo, ¿correcto?, que ella lo haga, me parece bien, al final se casará conmigo, será mi esposa.

—Y la madre de tus hijos —afirmó Augusto a su hijo.

De eso Ellie no estaba muy convencida, no, eso jamás pasaría. Había aceptado la propuesta de Sandro para salvar su pellejo, pero no sería por mucho tiempo, se casaría y al mes estaría divorciada, sería un matrimonio rápido.

—¿Entonces padre?

—Está bien, si es lo que quieres, por mí está bien —se giró hacia Ellie y la miró —por cada acción que le atribuyas a mi hijo en su labor, se te será remunerado, pero, cada que hagas en alguna cosa en su contra se te será quitado. Esto no es solo un matrimonio, es un trabajo y tendrás que poner de tu parte, ¿comprendes?

—Lo hago, comprendo lo que dice señor Augusto.

—Bien, entonces bienvenida a la familia, y espero que tengan una buena relación, el matrimonio se consumará en dos semanas, Sandro vendrá por ti mañana y te llevará a mi oficina, hablaremos de allí todo lo pertinente a su matrimonio, casa, etc.

Afirmó con su cabeza, aguantando las ganas de llorar por su decisión, se había arrepentido de ella mucho antes de decirla.

—Albert, amigo, creo que se nos hizo al final, juntamos a nuestros hijos.

—Así es amigo, es un gusto.

Tan pronto como Sandro y su padre se marcharon, Ellie corrió a su habitación y allí lloró mares, esto realmente la estaba haciendo perder la cabeza, pero más que todo estaba perdiendo a Josías.

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