Capitulo 2

—Jemes Montgomery, es uno de los hombres más ricos de todo el condado de Orange, todo negocio que veas a tú al rededor le pertenece a ese hombre. Amansa una fortuna incalculable, ¿y sabes quién está soltero?

—¿El viejo? —soltó Goro, el hijo mayor de la señora Rut.

—No seas idiota, Goro, su hijo mayor James Montgomery. Es un adicto a las fiestas, derrochador sin remedio, y en su tiempo libre bajo secreto de su familia es un ludópata enfermo. Su familia lo ha intentado esconder frente a los medios durante años. Tiene tantos contactos que es imposible que aquel escándalo salga algún día. —Zanjo Rut lanzando la carpeta hacia la mesa para luego mirarme a los ojos.

—Estúdialo, iras por ese pez gordo, niña —puse su planto frente a ella y luego le serví a Goro y Dalila. Cuando me senté, tomé la carpeta y con una pierna subida en la silla la leí mientras comía unas semillas de girasol.

—Con el cuerpo de Mónica, no se resistirá. Parece que está hecha para atraer hombres —Dalila y Goro soltaron una carcajada y mirándolos con frialdad solté.

—Estás segura de que debemos ir por alguien tan importante, entre más ricos, más ojos encima tenemos. —Rut no alzo mirada del tazón. Era una mujer robusta, de mirada amenazante y aunque siempre se mostrará como una inculta y poco elegante, era el artífice de toda mi vida y lo que rodeaba en ella.

—Después de la última decepción, quiero algo grande. ¿Lo entiendes? Poco dinero sacaste del idiota del impala —Inquirió firme esta vez mirándome con esos ojos.

—Bien, pero si algo sale mal, no quiero que me culpes.

—Te culparé en el momento en que no hagas bien tu trabajo, al fin y el cavo me debes mucho, así que esfuérzate —tomé la carpeta y me levante de la mesa, para subir las escaleras del pequeño apartamento destartalado en el que vivíamos asignados todos. Al entrar en mi habitación me dejé caer en mi cama.

—¿Hasta cuándo? Hasta cuando tendría que vivir así... solo aguanta un poco más Mónica, un poco más...—estaba cansada y aún tenía mucho que pagar.

Tiempo actual

Jemes, no tienes que llevarme así, me estás lastimando increpe nerviosa pensando en que hacer, no podía negarme, pero este plan era una locura que no quería seguir. Me empujó al apartamento y soltó.

—Llámalo aquí como lo planeamos. Convéncelo de que me devuelva mi cuenta de banco. —Incrédula lo miré sin poder entender cómo era posible que esto era lo que realmente quería.

—¿Esto es en serio, Jemes? Una puta cuenta de bancos, para eso quieres amenazarlo.

—Necesitó el puto dinero, el hijo de puta me ha cortado mi cuenta y le debo a mucha gente chunga, no estás entendiendo la gravedad del problema en el que estoy. Si no cumple esto, utilizaré métodos peores.

—Por dios, Jemes, esto es una locura. Pídeles a tus padres que te paguen esa deuda, no metas a tu hermano en esto. —De repente un chico con un pasamontañas, se acercó hasta Jemes, cuchichearon algo y Jemes le entrego un rollo de billetes, el tipo sin decir nada me aparto a un lado para entrar en el apartamento mirándolo todo a detalle. Tome a Jemes por los hombros y aterrorizada le increpe.

—¡Jemes, recapacita! Podemos... podemos hacer algo más, solamente dame tiempo —me propino una cachetada con tanta fuerza que mi rostro se ladeó, al volverle a mirar con los ojos empañados y la rabia quemándome la mejilla indico amenazante.

—No me va a decir una sucia estafadora, que ha estado robando el dinero de mi familia como una sanguijuela, lo que tengo que hacer. ¿Quién te crees? Mintiéndole a todo el mundo. No te he lanzado a los lobos porque te voy a utilizar hasta que me canse de ti. ¿Entiendes? Tú y toda esa familia de delincuentes se pueden ir a la maldita cárcel si abro la boca. —pase saliva con dificultad, apartándome de él en silencio.

—Así que pórtate bien, y si lo convences no tendremos que presionarlo, eres la mejor mintiendo. Tú ganas y yo gano —me empujo hacia adentro mientras acariciaba mi cabello, tomo mi bolso con fuerza y sacando mi celular marco a Ezequiel, me lo paso y con rapidez, oí.

—Mónica, estoy un poco ocupado, ¿dime?

—Bueno, es que... yo... —mire a Jemes, temblando como una hoja, mientras mis manos sudaban frío y sus ojos eran aterradores, tenía que hacer esto y salvar la vida de Ezequiel.

—Podrías venir a un lugar, es que quiero verte... — Escuche su risa y mi corazón dio un vuelco tonto.

—Sabes que no puedo negarme cuando me pides algo, eso no es bueno para mí, lo sabes ¿no? —Jemes alzo sus ojos al escuchar cómo me hablaba su hermano.

—No digas tonterías, Ezequiel… solo ven y listo —solté con frialdad, sintiéndome como una desgraciada.

—Vale, pero ¿te pasa algo?

—Estoy bien, por favor apúrate en llegar. Te mandaré la dirección. —Colgué con rapidez sin soportar más oír su amable voz, mientras que yo le estaba tendiendo una trampa.

—No te vi esforzarte demasiado para convencerlo de venir, si sigues utilizando esa misma actitud no vas a poder convencerlo de que me devuelva la cuenta. Te lo advierto Mónica, no voy a dudar, si tú no lo haces, lo haré yo. —pase saliva con dificultad viendo como el enmascarado se escondía en la cocina. Después de unas horas tensas de silencios incómodos, mi mente cavilaba la mejor opción para salir de esta situación, en ese momento el timbre sonó y asustada me levanté. Jemes me hizo una señal para luego esconderse en una de las habitaciones. Respire hondo y camine hacia la puerta. Cuando abrí la puerta, Ezequiel tomo mi rostro besando mis labios con una necesidad asfixiante, empujándome hacia atrás al punto de hacerme perder el control de mis piernas. Al separarse de mí, nuestras respiraciones chocaron, alce mis ojos y le vi mirarme con intensidad.

—Tenía demasiadas ganas de hacer esto...

En qué momento me había hundido tanto en la voz, en el olor, en sus labios y sus miradas, todos lo que él era, no salía ni un segundo de mi mente, se había tatuado en mi ser, un prohibido que jamás debí poner en mi atención, solo debía trabajar y nada más. Me aparté de él con rapidez caminando hacia la mesita cuando le oí decir.

—¿Qué te pasa? Desde que me llamaste te siento muy extraña, Jemes te ha hecho algo.

—Necesitó que le devuelvas la cuenta a mi esposo, Ezequiel. —Solté sin poder mirarlo a la cara, pero lo mejor era poner aquella línea que no puse en su día, ahora estaba recibiendo las consecuencias de desear lo que jamás debí desear, personas como yo no tiene sueños ni deseos.

—¿Qué? Que acabas de decirme.

—Lo que has escuchado, ¡¿por qué diablos le has congelado la cuenta de bancos a Jemes?! Sabes lo molesto que esta —increpe enojada mirándole a los ojos y al ver su fría expresión mi corazón se arrugó.

—Desde cuando te importa tanto lo que haga con mi hermano. —indico caminando hasta la mesa del alcohol, tomo una botella y dos copas.

—Él es tu hermano mayor, y es mi esposo, ¿acaso se te olvida eso? Necesita esa cuenta, así que descongélasela —Soltó una leve carcajada, para mirarme.

—¿Eso es lo que te ha dicho?

—¡Qué más da para que la necesite, Ezequiel! No te metas en sus negocios. —Solté nerviosa viendo como de reojo Jemes le miraba con rabia. Se sentó y cruzando sus piernas, bebió de su copa.

—Era más conveniente decirte que la necesitaba por negocios, que decirte que debe hasta el agua de los floreros de varios casinos que lo están ahorcando para que les pague. Está enfermo, Mónica, les ha robado a mis padres por tanto tiempo, que he tenido que tomar las riendas de todo, no arruinara ni vida, ni la tuya... —sin saber qué decir solté.

—Y-yo...

—Mónica no te interesa él en lo absoluto, a duras penas y lo soportas, ¿por qué haces esto? —indico levantándose del sillón para caminar hacia mí, paso su mano por mi mejilla girándola levemente.

—Te ha pegado, ¿verdad? —Negué sin saber cómo excusarlo.

—No mientas. —aterrorizada vi como el encapuchado empezaba a avanzar hacia Ezequiel.

—¡Vete! Vete de aquí Ezequiel, si no descongelas la cuenta de tu hermano. ¡N-no nos volveremos a ver nunca más! Tienes un día para hacerlo —le empujé hacia la entrada como pude, pero él era más alto y fornido que yo, era como empujar un tronco.

—¿Mónica, dime que te pasa? —me increpo tomándome el rostro para que lo mirara.

—¡Ezequiel, vete! —sin previo aviso el encapuchado salió, tomo a Ezequiel por detrás acuchillándolo a un costado, lo oí pegar un grito para luego verlo caer al suelo.

—¡Ezequieeeeel!

—¡Era una advertencia imbécil, no asesinarlo! —Le grito Jemes al tipo empezado, una calurosa discusión que poco a poco se fue volviendo ruido sordo en mis oídos, solo podía ver a Ezequiel en el suelo quejándose de dolor mientras un gran charco de sangre lo rodeaba. Temblorosa me arrodille a su lado, estire mi mano para tocarle, pero antes de poder llegar hasta él. Jemes me aparto rebuscando en sus bolsillos para tomar su celular y su cartera.

—¡Mónica, muévete rápido, tenemos que irnos! No te quedes ahí —me grito a la cara mientras de fondo veía a Ezequiel tirado en el suelo. Jemes me tomo del brazo sacándome de aquel lugar, esa fue la última vez que vi a Ezequiel

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