- ¡Por favor, Sergio! -suplicaba la mujer entre lágrimas. - ¡Perdóname! ¡Yo, yo nunca debí hacer lo que hice! ¡Era joven, era inmadura, me dejé llevar por lo que tú me dabas! Pero… Pero yo, sí te amaba… Yo, yo también veía una vida contigo.
Sergio se acercó a ella; su andar era tranquilo, él no tenía ni una prisa por terminar el juego, así que se puso en cuclillas y levantó el mentón de la mujer que yacía en el suelo, bañada en sangre y lágrimas.
- ¿Creíste que nunca te encontraría? -dijo Sergio con una sonrisa malévola dibujada en el rostro.
- No, no, es solo que… ¡Tú no puedes hacerme esto! -dijo Lauren, asustada, pero tratando de mantener la firmeza en sus palabras.
- ¿Por qué no lo haría? Tú hiciste algo mucho peor… ¿Acaso creías que el viejo Teódulo te cuidaría para toda la vida? -dijo burlonamente.
- ¡Por favor…! ¡Sergio! ¡Podemos comenzar de nuevo, podemos ser una familia…!
- ¿Familia, dices? ¡Yo jamás podría formar una familia contigo!
- Sergio… ¡Me lastimas! -dijo Lauren dejan