- Señor… Ya tengo lo que me pidió. -dijo Leo por teléfono.
- Bien, quiero saberlo todo… -dijo Alejandro con una frialdad que solo el conocía.
- ¿Quiere venir a verlo?
- Sí, mándame tu ubicación.
- En un momento le llega, lo esperamos para recibir más órdenes.
- Bien, ya vi donde es, dame 20 minutos.
Alejandro sabia que era el momento de escuchar como personas de toda su confianza había quebrantado esta y lo habían llevado incluso a poner en riesgo su vida. Entonces, ahora que obtuviera la confesión y tras hablar con Teódulo Carrasco, sabia perfectamente bien lo que debía hacer.
Tal como lo dijo, en 20 minutos, Alejandro se encontraba en un almacén sin renta que se encontraba a las orillas de la ciudad. Hoy día era uno de los hombres adinerados con mejor protección que existía, al descender del auto, varios guardaespaldas lo rodearon, mientras el hombre se quitaba el saco y se remangaba las mangas de aquella camisa negra que llevaba.
- Señor Mendoza, es por aquí, debe entender que lo es