5. Ser sinceros

Emilia Díaz

Álvaro y yo pasamos largo rato conversando en una de las bancas del parque. Para mi sorpresa, era mucho más agradable de lo que había imaginado. Con él en casa, seguramente muchas cosas podrían mejorar.

De camino de regreso al auto, me sentía mucho más cómoda en su compañía.

—Emilia... —dijo, haciendo una pausa que captó mi atención—. Si no fuera tu hermanastro... ¿Repetirías conmigo esa noche de pasión?

Casi me ahogo con mi propia saliva al escucharlo. Él soltó una risa divertida al ver mi reacción.

—No deberíamos estar hablando de eso, es muy incómodo —dije, sintiendo cómo mis mejillas comenzaban a arder.

Álvaro se acercó un poco más mientras caminábamos. Su altura hacía que su presencia se sintiera más imponente.

—Pero te gustó —susurró cerca de mi oído antes de estallar en una carcajada al ver cómo mi rostro entero se teñía de rojo, resaltando aún más por mi cabello pelirrojo.

Quise decir algo para defenderme, pero ¿cómo podía defender lo indefendible? Álvaro era increíblemente atractivo y su presencia resultaba magnética. Claro que había disfrutado aquella noche, pero era mi hermanastro, y quería enterrar ese recuerdo lo más profundo posible.

Lo miré mientras reía con esa diversión despreocupada que me sacaba de quicio.

Pero, ¿Y si no fuera mi hermanastro? Sacudí mi cabeza para deshacer ese pensamiento, ni siquiera podía permitirme pensar en eso, de solo imaginar que Lorenzo algún día se enterará de que pasé la noche con su hijo, sería mi perdición.

Al día siguiente, cumpliendo con su palabra, Esteban no pasó a buscarme. Sentí una especie de vacío en el pecho, pero decidí ignorarlo. Después de todo, había sido yo quien le pidió que no lo hiciera.

El transporte colectivo no entraba en nuestra zona residencial de clase alta, así que para tomarlo debía caminar dos kilómetros por una larga carretera hasta salir del fraccionamiento. Pensé que esa caminata matutina podría ayudarme a ordenar mis pensamientos.

Un claxon sonó a mis espaldas, y me giré instintivamente.

—¿Te llevo, Emilia? —era la voz de Mara.

—Gracias, pero hoy prefiero caminar —respondí, intentando no sonar grosera.

—Está bien, como quieras —dijo, encogiéndose de hombros antes de continuar su camino.

Vi desaparecer el auto de Mara hasta que giró en una esquina.

Cuando llegué a la facultad, las clases ya habían comenzado. No tenía sentido intentar entrar; el maestro no me lo permitiría. En su lugar, decidí continuar la lectura de mi libro bajo la sombra de mi árbol favorito.

—¿Qué tal la caminata matutina? —su voz, con un toque de burla, interrumpió mi concentración.

—Relajante —respondí, sin apartar la vista de mi libro.

—¿Cuánto tiempo te tomó llegar de casa a la escuela? —preguntó, esta vez más cerca.

—Cuarenta minutos —respondí con simpleza.

Tuve que alzar la vista al sentir que Esteban se acercaba más. Se dejó caer de golpe junto a mí, sentado sobre el césped. Estaba tan cerca que podía percibir el aroma de su perfume: un toque de vainilla y lavanda amaderada. Olía delicioso.

Él provocaba en mí sensaciones que no podía permitirme sentir. Esteban era el hijo del magnate más poderoso del norte del país, y yo no era más que Emilia, la hijastra no deseada de un empresario sin escrúpulos. No podía confiar en él. Así como ahora parecía divertirse persiguiéndome, cuando se aburriera encontraría a otra chica con la misma facilidad. Así eran todos los hombres con dinero.

—Si me lo pidieras, podría pasar todos los días a tu casa para traerte —dijo, en tono serio, mientras jugueteaba con las briznas de pasto que sobresalían entre sus piernas ligeramente abiertas.

A lo lejos, vi a una castaña de ojos marrones acercarse con paso rápido y expresión alterada.

—Esteban, ¿qué haces con esta tipa? —dijo Marcela en tono de reproche, con la voz exaltada.

La miré sorprendida por la manera en que le hablaba. Esteban, en cambio, la fulminó con la mirada.

Antes de quedarme para presenciar cómo Esteban descargaba su furia contra Marcela, me levanté rápidamente y recogí mis cosas. Para mi sorpresa, Esteban también se puso de pie de inmediato.

—Los dejo para que arreglen sus diferencias de pareja —dije con sarcasmo.

—¡Emilia, espera...! —escuché su voz detrás de mí, pero aceleré el paso.

Unos instantes después, ya no oía sus voces discutiendo. Sin darme cuenta, había avanzado casi hasta la facultad donde él estudiaba.

—Emilia... —me tomó de la mano para detenerme y hacerme girar.

—Esteban... —apenas logré decir antes de que comenzara a arrastrarme hacia la salida de la universidad.

—¿A dónde vamos? Tengo clase...

—A un lugar donde podamos hablar sin interrupciones —respondió con determinación, llevándome de la mano a paso rápido. Las miradas curiosas de los estudiantes que nos cruzábamos no hacían más que aumentar mi incomodidad.

Cuando llegamos al parque frente a la universidad, donde las parejas solían pasar el rato, me zafé de su agarre.

—Oye... no pienso faltar a mis clases —dije, molesta.

—Sólo será un momento. Necesito hablar contigo —replicó con firmeza, colocando las manos en su cintura.

—Está bien —accedí, cruzándome de brazos.

Caminamos hasta un área con algunas bancas. Nos sentamos en una, y él apoyó los codos en las rodillas mientras unía las manos.

—Emilia, ¿sabías que tu padrastro te ofreció como parte de un trato? —dijo de repente, sin preámbulos—. A cambio de un contrato por diez años, donde Industrias Cazares sería cliente exclusivo de su empresa.

Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. Bajé la mirada al instante, incapaz de sostener la suya. Una mezcla de vergüenza y tristeza me invadió; mi padrastro me estaba "vendiendo" a Esteban. Mi corazón se encogió dolorosamente.

—¿Aceptarán? —pregunté, con un hilo de voz cargado de temor.

Él se levantó y tomó mi mano, obligándome a ponerme de pie. Su mirada penetró en la mía mientras sus facciones se endurecían.

—Si yo fuera otro hombre, aceptaría ese trato sin pensarlo, con tal de tenerte conmigo... —su voz era grave y sincera—. Pero estoy aquí intentando que estés conmigo porque tú lo desees, no por obligación.

De repente, me atrajo hacia él, sujetándome firmemente de la cintura. Sus frentes chocaron suavemente, y el calor de su cercanía hizo que todo mi cuerpo se tensara de nervios.

—Sé que también sientes algo por mí —continuó, su voz apenas un susurro—. Lo sé porque cada vez que me acerco te pones nerviosa y tratas de evitarme. Si esa era la razón que te impedía aceptar lo que sientes, quiero que sepas que jamás te obligaré a nada que no quieras.

Su aliento fresco a menta acariciaba mi rostro, y una corriente eléctrica recorría mi cuerpo desde la cabeza hasta los pies. No me di cuenta de en qué momento mis brazos se habían posado en sus hombros, aferrándose a él como si temiera que se fuera.

—¿Y Marcela? —pregunté, apenas un murmullo, al recordar su rostro. Esa duda seguía clavada en mi mente; él no había negado lo que había pasado entre ellos.

Su mandíbula se tensó al instante, pero no retrocedió. En cambio, sentí cómo su agarre en mi cintura y espalda se fortalecía.

—Pensé que dándote celos lograría que reaccionaras... pero sólo logré que todo se viniera abajo. Perdóname, Emilia. Desde que te conocí, eres la única persona en la que pienso cada noche antes de dormir.

Sus palabras hicieron que mi corazón latiera con fuerza, expandiéndose con una calidez que hacía tiempo no sentía. Esteban rara vez se sinceraba de esa manera, y agradecí que lo estuviera haciendo ahora.

—Dame la oportunidad de demostrarte que eres la única.

Todo esto sobrepasaba mis pensamientos, pero, a pesar de que en un principio mi padrastro me había obligado a ser su novia, sentía algo por él. Su abrazo era cálido y reconfortante, una sensación que no había experimentado en mucho tiempo. No quería apartarme de él; lo necesitaba.

—Tal vez podamos empezar de cero —dije con la voz entrecortada, intentando procesar las sensaciones que recorrían mi cuerpo.

Él rozó su nariz con la mía, un gesto tan íntimo que me hizo cerrar los ojos por instinto.

—No tenemos que empezar de cero... —su voz era apenas un susurro mientras su respiración se volvía más agitada—. Podemos continuar donde nos quedamos.

Antes de que pudiera responder, su boca encontró la mía. Fue un beso lento, pero lleno de pasión, como si intentara transmitir todo lo que sentía en ese instante. Mis manos, como si tuvieran vida propia, se aferraron a su cuello, mientras una corriente cálida me recorría de pies a cabeza. Por un momento, me sentí flotando, como si todo lo que existiera fuera él y yo.

Cuando nuestros labios se separaron, permanecimos con las frentes juntas, respirando entrecortadamente. Su mirada estaba fija en la mía, y no pude evitar sentir un nudo en el pecho. Tenía algo importante que decirle, pero no sabía cómo empezar.

—Esteban... —mi voz era apenas un murmullo. Bajé la mirada y di un paso atrás, separándome ligeramente de él.

—¿Qué pasa? —preguntó, sus cejas frunciéndose con preocupación mientras me estudiaba.

Tomé aire y lo solté lentamente, intentando reunir el valor para hablar.

—Hay algo que necesito decirte... —comencé, evitando su mirada.

Él colocó un dedo bajo mi barbilla y levantó mi rostro con suavidad, obligándome a mirarlo.

—Emilia, no importa lo que sea —dijo con firmeza—. Lo único que me importa es que estemos juntos.

—Pero...

—Shhh... —me interrumpió, colocando un dedo sobre mis labios—. El pasado no importa. Lo único que quiero es que me des la oportunidad de hacerte feliz.

Me quedé en silencio, sintiendo cómo mi corazón palpitaba con fuerza en mi pecho. Las palabras estaban atrapadas en mi garganta, luchando por salir, pero su mirada llena de ternura y determinación me hizo detenerme.

"Tal vez no es el momento", pensé, intentando convencerme.

—Está bien... —murmuré finalmente, bajando la mirada.

Esteban sonrió y tomó mis manos entre las suyas, entrelazando nuestros dedos.

—Gracias, Emilia. Prometo que no te arrepentirás.

Mientras caminábamos de regreso, una parte de mí no podía dejar de pensar en lo que había ocurrido con Álvaro. Pero al mismo tiempo, no quería perder lo que tenía con Esteban ahora. Así que decidí guardar silencio, al menos por el momento.

Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App
Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App