30. Mi hijo
Narrador omnisciente
El tráfico de la ciudad era un caos habitual, una sinfonía de bocinas y motores impacientes. Esteban tamborileaba los dedos sobre el volante, sumido en sus pensamientos, cuando algo captó su atención. A unos metros adelante, en el carril contrario, reconoció el auto de Gael. Lo observó con el ceño fruncido, ladeando la cabeza con suspicacia.
Su mirada se volvió filosa cuando, desde su ángulo, alcanzó a distinguir a Emilia en el asiento del copiloto.
—¿Qué demonios…?
Un fuego helado se encendió en su pecho. Volvió a escuchar las palabras que ella le había lanzado en la fiscalía, con odio y desprecio, como cuchillos directos a su alma. "Tú eres el enfermo, Esteban. El que nunca supo amar, solo poseer. Álvaro no es el loco, tú lo eres… no te amo y jamás te amaré…"
El dolor era una herida abierta que aún sangraba, pero ahora la furia se sobreponía. Esteban ajustó sus lentes oscuros, maniobró con sigilo y comenzó a seguir el auto de Gael, manteniendo suficiente distanc