20. Enfrentar la realidad
Emilia Díaz
Al día siguiente, Álvaro me pidió que actuara como si nada. Para él era fácil decirlo, ni siquiera se veía preocupado, pero para mí era demasiado difícil, pues mi rostro hablaba por sí solo. Al despertar, tuve que maquillarme más de lo normal para disimular las ojeras y evitar que Lorenzo y mi madre notaran mi estado.
—¿Cómo sigue el hijo de los Cazares? ¿Ya se mejoró? —preguntó de repente mi padrastro durante el desayuno. Miré a Álvaro con terror, buscando ayuda, pero él solo me hizo una señal con la mirada, instándome a responder.
—Ehh… ya está mejor, ayer lo vi —dije tratando de sonar natural, aunque por dentro estaba muerta de los nervios. Lorenzo me observó con expresión seria.
—¿Cómo vas con él? Espero que bien, Emilia… No quiero que vayas a salirme con alguna sorpresa —su tono amenazante hizo que mis piernas temblaran—, porque ayer por la noche me llamó Ernesto Cazares pidiéndome una reunión extraordinaria para tratar asuntos de nuestros negocios. Dijo que era urgen