32. Se alegraba de su desgracia
Christa Bauer
Quería correr detrás de Santiago cuando salió de la habitación, pero no podía. Tuve que ahogar mis sentimientos en lo más profundo de mi ser, al mismo tiempo que sentía las miradas de todos clavándose como puñales sobre mí.
Estaba segura de que sus padres sabían sobre mí, él me dijo que hablaría con ellos. Y frente a ellos lo estaba traicionando, estaba traicionando lo más puro y bueno que me quedaba en la vida, un amor verdadero, ya nada me quedaba.
—Debo ir al baño… —me disculpé como pude, porque el nudo que se había formado en mi garganta apenas permitía que mi voz saliera.
—Una de las empleadas de servicio te debe acompañar —demandó haciéndole señal a una señora con uniforme.
Mis piernas temblaban mientras caminaba hacia el baño, acompañada por la empleada que Ignacio había señalado con un simple movimiento de su mano. Mi corazón latía con fuerza, como si quisiera escapar de mi pecho, y sentía un peso sofocante en mi interior. Apenas crucé la puerta del baño, cerré e