Cassian le había dado dos horas.
Y eso solo significaba una cosa, él pensaba que ella no se movería de allí incluso después de haberle dicho que quería deshacer aquel trato entre ellos.
No sospechaba de ella, pero se equivocaba.
La mansión de Cassian era un laberinto hecho de piedra, pasillos y secretos. Katherine se movía entre los muros siguiendo un instinto antiguo, casi olvidado.
No podía usar su don.
No podía detener el tiempo ni invocar portales. Pero aún tenía su voluntad. Aún tenía sus pies, su mente, su historia.
Y eso era más que suficiente.
Después de salir del baño, se había asegurado de ser muy cautelosa para poder lograr salir de la casa de la manada sin que nadie la percibiera, sin que nadie diera a Cassian la noticia de que se había escabullido y que la persiguieran.
Evidentemente Cassian era un macho muy peligroso del que debía cuidarse.
Katherine sabía que no estaba hecha para pertenecer allí, no de verdad.
Cruzó el jardín interior como una sombra, simple había si