Capítulo 47.
Alena se encuentra justo en el lugar donde antes había sido el jardín personal de Isobel.
— Como te comento…— le dice a Dionisio un macho alto, fuerte, con tez pálida y ojos verdes e intrigantes.— Este es el lugar en el que quiero construir un enorme santuario de honor.
Dionisio se queda en silencio a la espera de la explicación.
— Muchos de los guerreros que salen lastimados en las luchas y quedan amputados de algunas de sus extremidades o con ceguera parcial o con cualquier tipo de limitación se vuelven exiliados del territorio, o se hacer desertores— Explica Alena de manera tranquila, el joven paciente sin poder evitar un brillo en sus ojos ante la admiración que sentía por Alena, en el instante en que había sido contactado por ella y le había explicado cada uno de sus planes él se había sentido intrigado y completamente acorde a sus propósitos. — Este será el lugar perfecto para que ellos se sientan bien recibidos y sobre todo incluidos en la manada. Será una especie de retiro