capitulo 5. mi luna

—Pero…

—Márchate ahora —gruñe.

Ella guarda silencio y segundos después da la vuelta para salir de la oficina dejando solo a Drago.

El CEO continúa mirando hacia la calle sintiéndose verdaderamente frustrado, luego mira por encima de su hombro, observa la charola y frunce el ceño. Nuevamente lleva la vista hacia el cafetín.

[…]

Samanta ingresa en el restaurante al mismo tiempo que suelta el aliento, se sujeta de una de las sillas para intentar tomar un poco más de aire. Luego parpadea varias veces al recordar lo que paso.

—Es un hombre lobo, ese sujeto es un lobo.

—¿Quién es un lobo? —ella alza la mirada y es cuando mira al cocinero.

—La… ellos son…

—Eso no es nuevo para ti, sabes que todos lo son.

—Es que el jefe de la…

El cocinero la mira con el ceño fruncido.

—¡Es nuestro jefe! Eso también deberías de saberlo niña.

—¿Qué? —lo mira ceñuda.

—Él es el dueño de este restaurante.

Era su jefe, ese sujeto era su jefe…

¿Cómo era posible?

—¿Qué te pasa? ¿Por qué pones esa cara de susto?

—No es nada.

—Ponte a trabajar limpiando toda la cocina, no estes perdiendo el tiempo aquí.

En cuanto samanta se quedó sola mira hacia tras para ver el edificio, muerde levemente sus labios y piensa como demonios iba a volver a ese lugar a hacer sus entregas.

Luego de algunas horas de trabajo, finalmente dejo todo limpio y en orden. Ahora si podía regresar a casa a descansar, por lo menos ya no tenía que llevar más ordenes librándose de tener que ver a ese hombre de nuevo.

Samanta toma su bolso para salir del restaurante y salir de allí antes de que le tocara hacer cualquier otra cosa. Se encamina a la salida cuando escucha unos pasos detrás de ella.

—La charola del señor Montoya no la regresaron, niña —ella se detiene en seco al escuchar esas palabras —. No has ido a recepción a retirarla, es la que usamos para servirle al jefe, así que tendrás que ir a por ella.

—Pero ya me voy a casa.

—No hasta que busques la charola niña.

La joven observa el edificio y traga saliva, no quería ir, pero debía estar tranquila, la charola estaba en recepción como siempre.

—Bien, iré de inmediato.

Cruza rápidamente la calle, ingresa en la recepción y solicita la charola.

—Lo siento, pero el señor Montoya no la bajo —la recepcionista le responde con amargura y odio.

—¿Y eso que significa? No deberías subir e irla a buscar.

—eso tendrás que hacerlo tu misma, porque yo me voy, además no obedezco ordenes de una estúpida humana.

Samanta observa a la secretaria tomar sus cosas dispuesta a marcharse.

—Espera, no puedo subir yo.

—¡No es mi problema!

La ve alejarse sin decir una sola palabra, luego mira la cafetería desde lejos divisando que aún había luz dentro. La estaban esperando.

—Maldición, ¿Por qué me pasan estas cosas?

Con nerviosismo toma las escaleras para subir lo más rápido posible al piso de su jefe, en cuanto llega percibe que todo estaba un poco tenebroso en recepción, samanta toma aire mientras que revisa por todos lados, pero no consigue la estúpida charola.

—Demonios, debe estar dentro en la oficina.

Se encamina hasta la misma y con sumo cuidado ingresa en la oficina, todo estaba muy oscuro en aquel lugar, agradecía que ese hombre no estuviera allí. Levanta la mirada notando que comenzaba a llover.

Niega y sigue buscando la charola hasta que da con ella, camina con apremio hacia el escritorio para tomarla, pero antes de hacerlo escucha que la puerta se cierra.

—Me preguntaba cuanto tiempo pensabas en seguir demorando en venir a buscarla —ella mira la charola dorada al mismo tiempo que siente que los latidos de su corazón se vuelven frenéticos.

Drago sonríe al mirar a su luna dándole la espalda, era evidente que la tomó desprevenida, y hasta nerviosa podía sentirla.

—¡Ya es bastante tarde!

Samanta siente muy cerca los pasos de su jefe, su corazón había enloquecido por completo y no tenia idea que demonios hacer ahora. Toma la charola y decide dar la vuelta.

—Lamento haber entrado en su oficina, la recepcionista no quiso venir a por ella.

—Eso me parece excelente —samanta levanta la mirada y es cuando vislumbra esa mirada grisácea que paraliza su corazón —. Me hubiera cabreado si la secretaria estuviera aquí en lugar tuyo.

La joven traga saliva al percibir tanta cercanía de su jefe.

 —¿Qué es lo que quiere? Ya debo regresar al restaurante.

—¿Sí? —responde él quitándole la charola de las manos —. No hay ningún apuro —añade con voz ronca.

Boquiabierta por su respuesta se queda completamente quieta ante la fiera mirada de su jefe, la mirada de un lobo… parecía como si quisiera comérsela y eso la aterraba, pero por alguna razón ya no podía dar un paso.

Drago posiciona las palmas de las manos a los lados del cuerpo de su luna, a ella no le queda más remedio que sentarse en la esquina de su escritorio mientras que lo observa detenidamente.

El beso que ambos compartieron la noche anterior sirvió para fortificar la unión de los dos, cada vez que hicieran más cosas juntos su alianza seria irrompible. Él se volvería más fuerte mientras que su luna más sumisa e identificada hacia él.

—Esta mañana te has ido muy rápido —le dice en voz muy baja.

—Usted… —relame sus labios—. Estaba ocupado —Drago percibe temblor en su voz lo que lo lleva a pasar un prófugo mechón de cabello detrás de la oreja de Samanta.

—La verdad es que no estaba ocupado.

—No es lo que me pareció ver.

¿Qué fue aquello? ¿ira?

El CEO baja la mirada hacia los labios de Samanta, eran tan provocativos, estar cerca de ella causa estragos en su cuerpo. Era difícil contenerse, lo único que deseaba en ese momento era destrozarle la ropa y hacerle el amor sin pensar en nada.

—Anoche —él levanta la mirada para ver sus ojos —. ¿Lo de anoche fue un sueño o real? —Drago sonríe de medio lado.

En eso acorta el poro espacio entre ellos dos y le da un beso a samanta en los labios, el contacto fue tan electrizante como el primero. Drago cierra los ojos al besar a su luna, estar cerca de ella le hacía sentir poderoso, pero también debilitado.

Era un arma de doble filo…

A su vez, Samanta se sentía completamente derrotada. Ese beso la dejaba sin fuerzas, era como si todo se desvaneciera y no supiera de nadie más en el mundo. No podía pensar, hablar, quejarse, o huir…

Y es que no se trataba simplemente de la debilidad que sentía, se trataba de que en el fondo de su interior no deseaba marcharse.

—Lo de anoche fue tan real como este beso —Drago le responde justo cuando se aleja un poco de su boca.

Ella se mantuvo con los ojos cerrados tratando de asimilar lo que acababa de pasar, luego de unos segundos cae en cuenta en las palabras de él, el beso de la noche anterior si fue real, entonces…

Abre los ojos y vislumbra una mirada grisácea muy brillante, el color de sus ojos había cambiado, ahora era como el color de la luna. Aquel hecho la hace fruncir el ceño.

—¿Por qué hace esto? Sabe que yo soy una humana y usted es un…

—Veo que ya sabes lo que soy —ella asiente —. Tengo cierto interés en ti, Samanta.

—¿Me quiere comer?

—Para serte muy sincero, ¡sí! Quiero comerte entera.

Su respuesta provoca que ella diera un respingo, ensancha un poco más la mirada y traga saliva. El cuerpo de Samanta se endurece y no vuelve a decir una sola palabra.

—Pero descuida, no quiero comerte ahora mismo.

—¿Qué?

—Debes saber una sola cosa —roza el dedo pulgar por el borde sus labios —. Desde hoy no quiero que te acerques a ningún hombre, ni de esta empresa, ni fuera de ella, ¿lo entiendes?

—¿Qué dice?

—Lo que has oído —el CEO introduce un poco su pulgar dentro de la boca de ella logrando sentir la humedad de su lengua —. Tú me perteneces, Samanta. ¡Eres mía! No pienso compartirte con nadie más.

La joven ensancha la mirada luego de escuchar aquellas fuertes palabras, no estaba comprendiendo absolutamente nada de lo que su jefe le estaba diciendo, y a todas esas ¿Por qué le decía esas cosas?

—No entiendo porque dice todo esto.

—Naciste para ser mía y no pienso permitir que alguien más ponga sus sucias manos sobre ti.

—Perdió la razón.

—Solo dime si te ha quedado claro.

No estaba segura que responder, es que no tenía idea que decir. No sabía quién era ese sujeto y mucho menos porque le pedía todas esas cosas. Pero de lo que si estaba plenamente segura era de que no pensaba dejarse.

—No sé quién se cree, pero no piense que puede darme ordenes, así como así —Drago se impacta por la altanería de esa mujer, sí que era difícil.

—Quiero preguntarte algo, ¿sabes quién soy yo?

—Se que es mi jefe, el dueño de este lugar y del restaurante donde trabajo, pero eso no le da derecho a querer someterme a su antojo. Y no pienso permitir que me bese de nuevo, si acostumbra hacer eso con sus empleadas, olvídese que lo hará conmigo.

Su rebeldía era plausible…

Realmente le resultaba interesante ver la cara de esa chica cuando se enterase que él era el alpha de los lobos, el líder de todos ellos. ¿con quién demonios creía que estaba tratando?

—Entonces, no lo sabes —sonríe de medio lado al mismo tiempo que se aproxima un poco más a ella.

—¿Saber qué? —responde inclinándose un poco hacia atrás.

Poco a poco Drago fue inclinándose hacia ella hasta conseguir acostarla sobre su escritorio, nota como Samanta parpadea reiteradas veces más no objeta en lo absoluto. Puede ser una rebelde, pero no lo rechaza.

—No soy simplemente lo que piensas de mí, soy mucho más que eso —responde con voz gruñona mientras que se acomoda prácticamente sobre ella.

En cuanto la tiene acostada por completo sobre el escritorio, poco a poco se hace camino entre medio de sus piernas, el CEO se acomoda entre ellas para sentirse más cómodo. Posiciona uno de sus brazos a un costado del rostro de Samanta entre tanto se mantiene a cierta distancia de sus labios.

—¿Qué eres? —pregunta desde la posición en la que estaba.

—Soy el líder de los lobos, soy un alpha —Samanta ensancha la mirada al escuchar aquellas palabras —. Por esta razón te estoy diciendo que tú eres mía.

No daba crédito a las palabras de su jefe, ¿Cómo que era el líder de los lobos? Eso quería decir que ¿el alpha quería comérsela? Samanta comienza a negar una y otra vez, no era posible que estuviera pasando por eso.

—No puedes resistirte, Samanta —le dice con voz ronca y seductora a la vez —. No a mi —se inclina hacia ella, acercando su boca a la de ella mientras no le quita los ojos de encima—. Por más que trates de alejarte, no podrás hacerlo.

—Porque estas destinada para ser mía, naciste para ser mi mujer —Drago posa su mano libre sobre la cintura de ella mientras que besa sus labios lentamente, aprieta levemente su cuerpo hasta sentir que ella diera un respingo.

Desciende su mano hasta alcanzar las costillas de su luna, por ese mismo camino sube lentamente pasando sus manos por un lado de su seno, sube un poco más hasta llegar al cuello de ella.

Envuelve su cuello con la mano y refuerza el beso correspondido por ella misma, era muy entregada, aunque no supiera como besar.

El cuerpo de Drago comienza a reposar sobre el de ella y con aquello siente la extrema calidez de su luna, era sorprendente como se sentía estar con la mujer destinada para ser suya.

—Samanta, mi luna…—gime contra sus labios.

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