Pov Juliette Había pasado más de una hora, casi dos, de hecho todo el día, desde que me senté en la cama, diciendo a cada minuto que iría a verlo. Mi talón no dejaba de golpear el suelo; tenía un enorme nudo en la garganta y miedo, mucho miedo. Me levanté por fin, saliendo de mi tienda. No sabía dónde estaba la de él, así que me dejé guiar por su tenue olor. Miré mi vestido, esperando a que no estuviera tan mal. Por suerte, ya los morados habían desaparecido, aunque no completamente mis heridas. Dara sigue débil para sanarme correctamente. Al borde de ese bosque oscuro y tenebroso, vi su tienda. Por el movimiento de la pesada tela que cubre la entrada, pude darme cuenta de que estaba ahí. Hay luz, así que… debe estar ahí. Pasé mis manos alisando mi vestido, o tal vez era para secarme el sudor. Entré y lo vi acostado sobre la cama, utilizando uno de sus brazos como almohada. Mi corazón comenzó a latir rápido, con fuerza; el estómago se me revolvía un poco de los nervios. ¿Qué s
Pov Kian A la distancia, aún se puede ver el mar de cuerpos gigantes, tirados como muestra de lo que fue la batalla más sangrienta a la que me he enfrentado. Perdí a muchos hombres, perdí a muchos escorpiones, pero aquí seguimos de pie, con el control total del Reino después de haber acabado con esas malditas criaturas. Cierro los ojos un momento para intentar calmar el dolor de cabeza mientras espero a Xantea para que me ayude. Una herida algo grande cruza mi espalda; fue el único golpe serio que recibí en el último enfrentamiento antes de que se diera la gran victoria. —Aquí estás. Volteo a ver a Xantea, que entra inspeccionando el pequeño toldo donde solo hay una silla en la que estoy sentado, una mesa con una vasilla de agua y algunas vendas, nada más. —Pensé que ya te habías ido. —Créeme, ya estuviera muy lejos, pero cierto escorpión le dio por sitiar el Reino, así que… quedamos atrapados en el medio. Se acercó revisando mi espalda, tocando diferentes puntos par
Pov Leina Hoy el día es gris; las nubes se arremolinan sobre nosotros, anunciando una posible tormenta. Estoy preocupada por mis dos pequeños que están allá afuera. En realidad, ambos son adultos; saben defenderse y saben qué hacer en situaciones peligrosas, pero eso no quita que, como madre, me sienta intranquila. Unos golpes en la puerta me anuncian la llegada de quien esperaba. Cuando la puerta se abre, entra Mara haciendo una pequeña reverencia. —Reina, me mandó a llamar. —Siéntate, Mara; en unos minutos llegará Bastian. Se acercó, tomando el asiento al frente. Su postura se mantiene como siempre: tranquila y serena, digna de una delta. Me entristece un poco ver la horrible mancha en su cuello; hay ojeras marcando sus ojos y está un poco pálida. Ganas no me faltaron de querer matar a Deiros, pero esto es algo en lo que no nos podemos meter. Ambos sabían cuáles serían los riesgos de una unión elegida. Mara demostró ser leal hasta el final; demostró un amor que va más allá
Pov Keira No podía negar que estaba nerviosa, asustada tal vez. Ethan me explicó cómo será el proceso, lo que significa que va a dolerme. Tomada de su mano, nos adentramos en el bosque, buscando un lugar apartado y solo donde podamos estar tranquilos mientras me tomo mi tiempo. Miro nuestras manos entrelazadas y luego a él; creo que no podría estar más agradecida a la vida por habérmelo dado. Y pensar que hace unos días estaba sola, intentando valerme de lo poco que conocía, hasta que llegó él a cambiar todo mi mundo en todos los sentidos. —Aquí, mi Reina— nos detuvimos al borde de un lago; la luna llena brillante se refleja grande y majestuosa en el agua. —Recuerda, no intentes evitar el cambio, solo deja que suceda. Tomó mi camisón blanco, sacándolo de mi cuerpo. Sus ojos me recorrieron por completo antes de acercarse y tomar mis labios en un largo beso, mientras sus manos recorren mi espalda y mi trasero. —Ethan— ya comienza a bajar por mi cuello, haciéndome estremecer. —N
Pon Narrador En las celdas oscuras de Imperion, donde solo los rayos de luz pasan por un pequeño orificio en lo alto de la pared, se encuentra Gaila. Cadenas ancladas a las paredes se extienden hasta llegar a los grilletes de sus manos. Su vestido rasgado y manchado por su sangre cubre su cuerpo lastimado, lleno de moretones. Por los pasillos de las celdas, pasos confiados se acercan a ella, haciendo resonar las llaves con un constante tintineo. Gaila, con la cabeza apoyada entre los brazos que se sostienen a las rodillas, mira entre ese pequeño espacio las pulidas botas de cuero que se detienen frente a su celda. No tiene que alzar la vista para saber quién es; lo reconoce más que bien por su olor. —Levanta la cabeza y mírame, Gaila. Nada. La mujer frente a él mostró la misma indiferencia de siempre. ¿Por qué debería prestarle total atención después de haberla torturado y golpeado? Introdujo la llave en la cerradura, abriendo la puerta y llegando a ella a grandes pasos para o
Pov Mara La tormenta me había alcanzado casi en su punto más crítico. Tuve que detenerme a mitad de la noche, en algún lugar del bosque en tierras de nadie, porque ya no veía nada al frente. Me quedo bajo un árbol a esperar a que pase, con la ropa empapada y el agua bajando por la pesada capa de cuero. La brisa sopla con fuerza, aumentando más la lluvia torrencial. Mi caballo se para a mi lado, asustado por los fuertes truenos y los rayos que iluminan el cielo. Subo mis manos para soplar mi aliento en los dedos entumecidos por el frío. Mis dientes castañean y todo mi cuerpo tiembla. Ya no siento calor desde que se fue mi loba; de hecho, ya no siento nada más que vacío desde que aquel dolor me golpeó como aquel rayo que ahora mismo cruza el suelo. A veces quisiera gritar, desgarrarme la garganta para sacar esa agonía, pero, ¿de qué sirve? Esa no soy yo, esa no es la Mara que lucha hasta con los dientes por proteger a los suyos. No, yo soy la Mara poco atractiva, la Mara po
Pov KianSus gemidos suaves, llenos de placer, me estremecen mientras hundo mi lengua en sus pliegues húmedos, saboreando su dulce néctar.Aprieto más mi agarre en su tierna carne, masajeando sus nalgas sin descanso mientras chupo, beso y lamo su feminidad.—Kian… Hmmm…— murmura mi nombre entre jadeos apresurados, con los ojos cerrados, ese hermoso rubor cubriendo sus mejillas y su cuello.Subo hasta su clítoris para succionarlo una y otra vez sin detenerme, alzando la mirada para verla retorcerse de placer, gritando mi nombre.Sin apartar la mirada de ella, rozo con mis dedos sus pliegues mojados, de arriba a abajo, hundiéndolos más entre sus labios para llegar a su entrada.Sus pestañas abanican sus ojos, arquea su espalda, apretando fuerte las sábanas.Esa imagen tan maldit4mente perfecta me tiene con los testículos tensos, todo el cuerpo sudando por contenerme de querer tomarla y hundirme en ella hasta perderme.Dejo su muy hinchado clítoris para abrir su rosadito coño con mis ded
Pov Juliette. Entendía que tenía que ir a ver a Mara para saber qué mensaje enviaron mis padres; sabía que no me estaban pidiendo volver. Prueba de ello es que su delta real esté aquí. Sin embargo, mi atención total estaba en Hathor. No podía dejarlo después de haber sentido casi que lo perdía. No entendía mucho sobre los vínculos entre razas diferentes, pero si de algo estoy segura es que amaba este vínculo sin importar lo diferentes que seamos. Me encontraba sentada sobre él, su aguijón dorado justo encima de mi cabeza brillando con la misma intensidad con la que lo hace el tatuaje de mi brazo. —Listo, terminé. Déjame lo pongo. Me di la vuelta, colocándome de rodillas para amarrar el lindo moño dorado en su cola, para que haga juego entre tanto negro. Como aquella vez, se quedó tranquilo dejándose hacer lo que quisiera; ahora entiendo por qué todos siempre fueron tan obedientes conmigo. Maldito Kian, no más dejaré que se duerma y tomo mi arma mortal para ahogarlo hasta la mu