CAPITULO 13: HUMILLADA Y AGREDIDA
DÍAS DESPUÉS
Cristel había salido finalmente de su celda. Pues habían pasado tres días desde la brutal golpiza que le propinaron sus compañeras de celda, y hasta entonces, no había tenido fuerzas para salir de aquel miserable rincón. El dolor en su costado aún era punzante, le había quedado un hematoma enorme, de un color entre verdoso y morado, que le cubría el lateral del abdomen, recordándole cada minuto que ese lugar no era un refugio, sino una trampa sin salida.
Al cruzar la entrada del comedor, un murmullo se extendió entre las reclusas. Las miradas se clavaron en ella, cargadas de burla y desprecio. Algunas sonreían de manera sardónica, otras susurraban entre ellas, y unas cuantas se reían abiertamente.
—Miren quién decidió unirse a nosotras —dijo una voz desde una de las mesas cercanas.
—¿Será que la muñequita puede soportar nuestra humilde comida? —agregó otra, provocando risas generalizadas —. ¿O acaso el menú de hoy es digno de una princ