Después de las Cenizas
Después de las Cenizas
Por: Luciana Cárdenas
Capítulo1
Estaba en el pasillo del hospital, llorando sin parar, mientras en mi mente se repetían de manera fugaz las escenas del pasado.

Mi madre murió por una infección postoperatoria, después de darme a luz. Desde entonces, mi hermano y mi papá siempre me miraron con desprecio. Ellos solo quieren con el alma a mi hermana mayor, Sira Pietro, que es siete años mayor que yo.

El día que Sira cumplió dieciocho, le hicieron un banquete impresionante, invitaron a todo su colegio y hasta había un pastel de diez pisos.

Pero cuando yo estuve hospitalizada por neumonía, nadie fue a visitarme. Cuando Sira se enfermó, mi papá y mi hermano se turnaban con rigurosidad para cuidarla día y noche.

Siempre pensé que, como yo «había matado» a mi madre, no merecía su cariño.

En esa fiesta, Sira me empujó a la piscina a propósito y se burló de mí delante de todos, diciéndoles que yo fui la que había matado a mamá y que nadie en la familia me quería.

Yo intentaba salir del agua como podía, pero los amigos de Sira se burlaban y me empujaban de nuevo una y otra vez. Estaba a punto de ahogarme, cuando Matthew apareció y me salvó.

Matthew me sacó y me cubrió con una manta, y, en serio, les habló a los que se burlaban de mí.

—Magi es la persona que amo. Desde hoy, quien se atreva a hacerle daño, ¡no se lo voy a perdonar!

En ese instante, Matthew fue como un ángel caído del cielo. Me enamoré de él desde ese momento.

Él era el hombre que había soñado.

Siempre sentí que todo era un sueño. ¿Cómo era posible que un jefe de la mafia como Matthew pudiera enamorarse de alguien como yo: una muchacha a la que todos odiaban?

Incluso después de casarme con él, sentía que no lo merecía.

De verdad creía que me amaba. Nunca imaginé que se casara conmigo por Sira.

Hace tres años, a Sira le diagnosticaron leucemia crónica. Necesitaba un trasplante de médula.

Toda la familia se hizo la prueba, pero nadie era compatible.

Entonces, el doctor sugirió que, si yo tenía un bebé, era muy probable que sirviera como donante.

¿Así que por eso Matthew se casó conmigo?

¿Todo su amor, preocupación, ternura… en fin todo era solo parte de un plan para salvar a Sira?

El dolor me partía el corazón.

Cuando me acercaba a la puerta de la habitación, escuché voces desde adentro.

—No estoy enferma, eso de la leucemia fue solo un invento —la voz arrogante de Sira llegó clara a mis oídos—. Solo quería que Magnolia perdiera la esperanza. Quiero que entienda que mi papá y mi hermano siempre me han amado más a mí. Y lo mejor de todo es que Matthew piensa que fui yo quien lo salvó de esos secuestradores cuando éramos niños, y que era yo quien tocaba el piano y por eso se enamoró, pero, la verdad, las dos veces fue Magnolia. Él en realidad la ama a ella, pero, qué pena, ese secreto jamás lo sabrá.

Me quedé paralizada.

Así que, desde el principio… Matthew estuvo confundido…

Se casó conmigo para salvar a Sira, sin saber que la mujer a la que de verdad quería era yo.

Apreté las manos, nerviosa, y noté que mi celular había estado grabando toda la charla sin darme cuenta.

Tomé aire suficiente, guardé el celular y fui a buscar al médico.

—Quiero abortar —le dije.

El doctor me miró con sorpresa. Sabía que no había sido fácil mantener este embarazo. Tomé numerosos suplementos y guardé reposo absoluto para proteger al bebé, y ahora quería deshacerme de él.

El doctor trató de convencerme por todos los medios de que lo pensara bien. Al final, cuando vio que estaba decidida, me dijo que solo podía hacerlo si un familiar firmaba el consentimiento. O sea, Matthew.

Tomé el «formulario de consentimiento para aborto» y salí corriendo del consultorio.

Justo al entrar al cuarto, me encontré con Matthew.

Parecía estar muy preocupado.

—¿Dónde estabas? No te veía y pensé que te había pasado algo… —Matthew suspiró, aliviado al verme, me tomó la mano, mirándome con cariño.

Antes, cuando me tomaba la mano, me sentía segura. Pero ahora… solo sentía un profundo dolor.

—¿De verdad estás preocupado por mí?

Apreté los labios, con los ojos llenos de lágrimas. Todo mi mágico mundo se había destrozado.

—Eres mi esposa, ¿por quién más me preocuparía? Todos saben que eres mi vida. Y además, llevas a nuestro bebé…

Sentí un nudo en la garganta.

«Matthew, ¿te preocupas por mí de verdad? ¿O solo temes que, si me pasa algo, se retrase el trasplante de médula de Sira?»

Respiré profundo y le pasé el papel.

—Necesito tu firma para un chequeo médico.

—¿Qué tipo de chequeo…?

Matthew estaba a punto de revisar el documento cuando una llamada lo interrumpió.

—Matthew, ven rápido, Sira está mal… —era la voz de mi hermano. Hablaba bajo, pero escuché todo.

Matthew puso cara de preocupación, firmó apresurado el papel sin mirar y se fue.

—Surgió un problema en la empresa, tengo que irme. Hazte el chequeo cuando vuelva.

Vi el documento firmado. Mis lágrimas cayeron sobre las palabras «Formulario de consentimiento para aborto».

Cuando llegué a la puerta del doctor, de la nada, el bebé me dio una patadita, y me detuve en seco.

Parecía que el pequeño también sentía mi profunda angustia. Se movía mucho, con fuerza.

Me quedé pensando un rato… y al final, decidida, me di vuelta.

Voy a tener a este bebé.

Voy a llevármelo lejos de este mundo de mentiras.

Lejos de la familia Pietro y de Matthew.

«Pequeño, desde hoy, vamos a vivir juntos tú y yo. ¿Está bien?»

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