Capítulo4
Todavía no amanecía cuando mi puerta se abrió de golpe.

¡Paf!

Mi hermano y mi papá entraron como fieras a la habitación y, de una vez, me golpearon.

—¡Magnolia! ¡Tu hermana con buena intención quiso darte un masaje y tú tuviste el descaro de patearla! ¿No ves que ella aún sigue enferma?

Empecé a llorar sin control. Miré a mi papá y a mi hermano, que sin preguntar nada me echaban la culpa de todo. Esa cachetada me dolía menos que su acusación ciega.

Si algún día, mi hermano y mi padre descubren que fue Sira quien causó la muerte de mamá… ¿se arrepentirán de todo lo que me han hecho?

—Mataste a tu mamá cuando naciste, ¿y ahora quieres acabar con tu hermana también?

—¡Magnolia, eres una mujer malvada!

Las palabras de mi papá cayeron como una tormenta. Levantó la mano para pegarme otra vez, pero al verme llorando tan desconsolada, mi hermano se echó para atrás.

Él paró el brazo de mi papá.

—Papá, ella está embarazada… ya basta.

Mi papá apretó con rabia los labios y siguió acusándome.

—Aunque Sira te haya lastimado sin querer durante el masaje, ¡eso no justifica que la patearas! ¡Ella está enferma! Vamos al hospital a pedirle perdón a Sira.

Sonreí con amargura.

—Estas quemaduras me las hizo Sira a propósito. Yo no la pateé, fue ella quien se tiró al suelo fingiendo.

Mi hermano y mi papá se miraron, primero sorprendidos, luego quedaron enmudecidos por un buen rato.

Por un momento, pensé que tal vez empezaban a creerme… pero, de pronto, mi papá se enojó.

—Antes eras una niña malcriada y egoísta, pero al menos decías la verdad. ¡Ahora hasta mientes solo para lavarte las manos! ¡Sira es un pan de Dios! ¿Cómo va a hacerte algo? Esas heridas en tus brazos claramente te las hiciste tú misma. ¡Solo quieres manipularnos con lástima!

De pronto, al ver cómo mi padre confiaba ciegamente en Sira, empecé a reír entre lágrimas.

Ya lo sabía desde hace muchísimo… que ellos preferían a Sira. Entonces, ¿para qué seguir justificándome? ¿Para qué seguir sintiéndome mal?

—¡Vamos ya! ¡Vas a disculparte!

Mi papá me dio una fuerte patada.

Acto seguido, un mareo me golpeó y me desmayé.

Antes de perder el conocimiento, escuché una voz angustiada.

—¡Magi, Magi, ¿estás bien?!

Parecía que Matthew había vuelto.

***

Cuando abrí los ojos de nuevo, mis brazos estaban otra vez vendados. Matthew me agarraba la mano, preocupado.

—Perdóname. Llegué tarde. Ya estoy aquí, no dejaré que te pase nada malo.

Su mano era grande, cálida. Su voz sonaba tan segura… como antes, pero ahora, solo me ahogaba.

Porque cada vez que mi papá y mi hermano me maltrataban, era siempre Matthew el que venía a «salvarme».

Antes pensaba que él era la luz en mi vida, pero ahora solo sentía que estaba actuando.

—Aún es temprano. Duerme un poco más —me acarició la cara con una ternura excesiva.

Eran las cinco de la mañana.

Sí, aún era temprano. Tenía que descansar bien si quería tener fuerzas suficientes para irme.

Volví a dormir. Cuando desperté, ya eran las nueve.

La habitación estaba vacía.

Sonreí con amargura. Era obvio que Matthew no iba a estar. Seguro se fue al hospital a ver a Sira.

Pues mejor. Así no se daría cuenta cuando me fuera.

Tras revisar mi equipaje, estaba lista para irme, pero, de la nada, recibí un video de Sira.

En el video, Matthew le cortaba con sumo cuidado fruta. Mi papá le preguntaba si se divorciaría de mí cuando naciera el bebé. Matthew se molestó un poco y contestó:

—No me voy a divorciar de Magi. Anteriormente le fallé, pero ahora pienso cuidarla toda la vida.

Les pidió que no volvieran a mencionar el divorcio, que quería compensar todo el daño que me hizo por el resto de su vida.

Sira me envió un sarcástico mensaje junto al video, lleno de burla.

«Tu esposo no se queda contigo por amor, sino por culpa. Magnolia Pietro, nunca tendrás amor verdadero, ni de tu familia ni de tu pareja. ¡No lo mereces!»

Las lágrimas volvieron a caer sin control.

«Matthew, ¿alguna vez me amaste…?», pensé. «Si tu amor es solo una mentira, entonces, prefiero no tenerlo.»

Agarré furiosa mi maleta y subí al taxi.

Envié de forma anónima a la casilla de Matthew el video que grabé en el hospital, donde Sira confesaba que él se había confundido de hermana y que ella fingía estar enferma.

Después, le mandé a mi papá y a mi hermano el video de la cámara de la habitación, donde Sira confesaba que fue ella quien mató a mamá.

Cuando terminé de hacer todo esto, lancé el teléfono por la ventana.

Desde este momento, voy a empezar una nueva vida.

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