Capítulo3
Al ver su actitud tan considerada, sentí un dolor amargo en el corazón. Seguro que todas esas atenciones las había aprendido para cuidar a Sira, ¿no?

Lo miré por unos segundos y tomé el calcio.

—Magi, Matthew, ¿ya están dormidos?

Pero, antes de que pudiera responder, Sira abrió la puerta de la habitación. Traía en la mano un frasco de aceite esencial para masajes y sonreía con una falsa amabilidad.

—Magi está embarazada, y se le hinchan con facilidad las piernas. Aprendí una técnica nueva de masaje, vine a darle uno.

Molesta, rechacé tajante su oferta. No sentía que fuéramos tan cercanas para que quisiera masajearme así porque sí.

—¿Piensas que no sé dar masajes? —Sira puso cara de víctima y miró de reojo a Matthew—.Matthew, sé que no le caigo muy bien a Magi, pero en serio no tengo malas intenciones…

Él me acarició la mejilla con suavidad.

—Sira cree que está molestando al quedarse en nuestra casa, así que quiere compensarlo de alguna manera. Tranquila, déjala darte un masaje.

Se me hizo un nudo en la garganta. Entre Sira y yo, él la eligió a ella.

Aunque sabía a la perfección que nos llevábamos mal, no pudo ponerse de mi lado.

Desde ese momento, mi corazón se rompió para siempre. Dejé de luchar.

—Entonces, gracias, Sira.

Decidí aceptar.

Ya no me importaba lo que hiciera Sira, porque mañana a esta hora estaría volando lejos de aquí.

No esperaré el cariño de nadie. Y nadie podrá encontrarme.

—Matthew, para el masaje tengo que sujetar brazos y piernas, para que no se mueva —dijo Sira. Estas son bandas elásticas. No le harán daño a mi hermanita.

Sira sacó dos bandas elásticas y demostró su flexibilidad.

Miré a Matthew, pidiéndole con la mirada que no lo permitiera.

¿Quién amarra a alguien para hacerle un masaje? Era claro que sus intenciones no eran buenas, pero Matthew, siendo tan calculador y astuto para los negocios… le creyó.

La dejó sin problema atarme las manos y los pies.

—Voy a empezar el masaje. Matthew, mejor sal un momento —dijo ella.

Matthew aceptó y me apretó la mano con ternura.

—Cuando termine, vuelvo contigo.

Apenas salió y cerró la puerta, la cara dulce de Sira cambió en un segundo.

Intenté soltarme, pero no podía moverme. Eso no era una banda elástica...

—No te muevas, mira las bandas elásticas están aquí. —Sira con fiereza mostró las verdaderas en su mano—. A ti te até con unas que no se estiran. Magnolia, ¿ya sabes que Matthew solo se casó contigo por mí?

Enojada, no respondí.

Ella acarició mi vientre con malicia.

—Aunque lo sepas, no cambia nada. No puedes cambiar la realidad… Desde que éramos niñas te molesté, y cuando nazca tu bebé, le haré lo mismo…

En silencio, las lágrimas bajaban desbordadas por mis mejillas.

La crueldad de mi hermana no tenía fin. Sabía que no podía cambiar que Matthew, mi padre y mi hermano siempre prefirieran a Sira, por eso decidí irme. Pero escuchar esa verdad de su boca… me dolía mucho más.

—¿Sabes algo? La muerte de mamá… no fue tu culpa.

Mientras hablaba, con descaro vertía el líquido del frasco de vidrio sobre mi brazo.

Mi corazón se aceleró. ¿Qué quería decir con eso…?

—Cuando saliste del quirófano, mi papá y mi hermano te adoraban. Decían que te parecías a mamá, que eras linda, que serías su princesa, que te darían todo. ¡Y eso no me gustó nada! ¿Por qué tenía que ser todo para ti? Antes de que nacieras, yo era la niña consentida de la casa. Así que… fui yo la que le quitó la mascarilla de oxígeno a mamá, justo después de la operación, cuando aún estaba inconsciente. Quería ver si, al morir por darte a luz, mi papá y mi hermano seguirían queriéndote.

Temblé de pies a cabeza.

Entonces, ¡la muerte de mamá no fue culpa mía!

Sira, con solo siete años, ¡ya era así de mala!

—Como esperaba… ellos te echaron la culpa de su muerte. Dejaron de quererte, hasta te odiaron con el alma. Y todo su cariño fue para mí.

Sira me miró con una sonrisa de orgullo.

—¿No te da miedo que le cuente esto a mi papá y a mi hermano? —mi voz temblaba. Antes solo pensaba que era manipuladora, pero ahora… me daba miedo.

—No te van a creer —dijo con una sonrisa espeluznante.

De pronto, sacó un encendedor y lo encendió sobre el líquido que me había echado.

¡De inmediato, mis brazos estaban en llamas!

Luché desesperada, logré soltarme y caí al suelo. Me arrodillé y protegí mi vientre con todas mis fuerzas, para no lastimar a mi bebé.

—¡Ah! ¡Qué dolor…!

Antes de empezar a gritar, Sira se tiró al suelo y fingió un ataque.

Matthew entró corriendo en la habitación.

—No te enojes con Magi… seguro que le hice algo sin querer y por eso me empujó…

Matthew me miró, enojadísimo.

—Magi, ¿cómo pudiste hacerle esto a Sira?

Intenté hablar… pero el agudo dolor en la barriga no me dejó decir nada.

Desesperado, Matthew cargó a Sira en sus brazos y se fue.

—Primero llevare a Sira al hospital…

Ni siquiera vio mi cara, llena de dolor.

Pasó un buen rato antes de que pudiera ponerme en pie.

Me puse como pude pomada en las quemaduras de los brazos, antes de preparar todos mis papeles.

Cuando amanezca, me iré de aquí para siempre.

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