Llevé a Teo y tomamos un tren hacia una pequeña tribu alejada del centro de poder.
Era un lugar humilde, con recursos limitados pero ritmo tranquilo. Pacífico.
Nos instalamos rápido. En tres días alquilé una casita de dos cuartos. Pequeña, pero el alquiler era la cuarta parte del anterior.
Lo mejor: la escuela estaba a diez minutos caminando. Teo podía ir y volver solo.
Así pude encontrar un trabajo fijo a tiempo completo.
Por las noches, retomé lo que siempre supe hacer: el diseño digital.
Pequeños encargos de tribus y gremios. Solo unos dólares diarios, pero se acumulaban.
La vida sin Ethan fue, sorprendentemente, estable.
Teo estuvo apagado la primera semana, pero los niños se adaptan rápido.
Sobre todo cuando le regalé un perro dócil. Ahora corre con él por la plaza después de clases, haciendo amigos nuevos.
Ya no lo dejo rebuscar en contenedores. Aunque vivamos con poco, ha crecido. Su dignidad importa.
Mi único deseo ahora: que Ethan firme la solicitud para disolver el Mate Bond.