No supe cuánto tiempo pasó, cuando Ethan, como presintiendo algo, llamó a la puerta del baño.—Cheryl, ¿qué te pasa? ¿Por qué no sales?Pero yo no respondí. Un segundo después, sentí cómo abría la puerta con impaciencia. Sus ojos se clavaron en los míos, los cuales estaban hinchados por el llanto.Esquivé su mirada en silencio y él soltó un suspiro cargado de frustración, antes de decir:—No te pongas así, cariño... es solo un juguete, ¿sí? Mañana mismo lo compro, te lo prometo. Deja de ponerme esa cara que no soporto, ¿sí?No. Aquello ya no era solo un juguete. Pero no dije nada.La cena transcurrió en un silencio espeso, incómodo como una niebla venenosa.Ethan miró mi rostro impasible, luego a Teo, cabizbajo.Tras dudar, puso un trozo de pollo asado en el plato del niño.En ese instante, los ojos de Teo se iluminaron. Una sonrisa frágil, sorprendida por el gesto, floreció en su rostro.Un nudo doloroso me cerró la garganta. Para un niño jamás amado... hasta la migaja más p
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