87.

Nicolás se quedó ahí de pie, observándome, y yo pasé saliva.

— ¿A qué te refieres con eso? — le pregunté.

Él me señaló el mueble frente a mí y yo tomé asiento. Dejé mi cartera en el suelo. Toda la seguridad que había sentido cuando salí del orfanato esa mañana se había desaparecido por completo. Ahora ya no estaba segura, solo quería hacer uso de mis tenis deportivos y salir corriendo de ese lugar lo antes posible, antes de que la conversación entrara en ese tema en el que ya no habría marcha atrás.

— Ayer fue a verme una mujer a mi casa. Sabe de nuestros negocios, y eso es raro. Siempre trato de ser muy discreto con mis cosas, pero ella lo sabe. Sabe que estamos intentando hacer negocios juntos. Me aseguré de que nadie me siguiera, pero presiento que es una mujer que está involucrada en este mundo de negocios sucios.

Yo sentí que el corazón me latió con fuerza. Era Elisa. Era la verdadera Elisa. Había ido a ver a Nicolás.

— ¿Y qué te dijo? — le pregunté, un poco conmocionada. Segu
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