**Valentina**

Volver a París no fue como lo había imaginado.

No me recibió la ansiedad de antes, ni el frío que se colaba hasta los huesos. Esta vez, la ciudad tenía otro sabor. Era como si el invierno hubiera aprendido a hablarme en susurros cálidos, como si las calles ya no me intimidaran, sino que me recordaran lo lejos que había llegado.

El máster estaba por terminar. Menos de tres meses. Un suspiro.

Y sin embargo, todo estaba cambiando.

Las aulas, los pasillos del campus, el ritmo frenético de los talleres… todo parecía nuevo, aunque ya lo conociera. Tal vez era yo la que había cambiado. Ya no era la chica que llegó temblando desde Medellín. Ahora, mis pasos eran firmes. Mis ideas, nítidas. Mis cicatrices, sí, aún dolían… pero me habían enseñado a no mirar atrás.

Mi proyecto de grado era una colección cápsula titulada “Cicatrices Invisibles”. Seis piezas, todas distintas, construidas con textiles recuperados, transparencias, cortes imperfectos a propósito, costuras visibles como