El frío de la noche parisina me acariciaba los brazos afuera del Palais de Tokyo, pero por dentro, ardía. Aún podía sentir el eco de los aplausos, el zumbido de las cámaras, la tela de "Raíces Aéreas" deslizándose por la pasarela como un sueño hecho realidad. Las lágrimas de orgullo se habían secado, dejando un rastro salado en mis mejillas, pero el brillo en mis ojos permanecía. Lo había logrado. Valentina Vargas, había conquistado París. Y luego, ese mensaje de Alejandro: "No sabes lo orgulloso que estoy de ti. Te vi. Te sentí. Te amo." Una sonrisa inmensa había iluminado mi rostro. Estaba donde debía estar, por fin, y no estaba sola. Él me esperaba cerca, en la boca del metro.

El camino a la estación se sentía ligero, como si flotara en una nube de éxtasis. Cada adoquín bajo mis pies, cada farola que iluminaba la calle, todo parecía celebrar conmigo. Me despedí de Chloé con un abrazo eufórico, mis pensamientos ya volando hacia Alejandro, hacia el reencuentro que sellaría este día p