Capítulo 124. El nombre de lo que somos.
**Laura**
Siempre pensé que el amor era un lugar al que una llegaba cuando todo estaba resuelto. Pero estar con Camilo me enseñó que el amor, el verdadero, es lo que ocurre mientras todo se desmorona… y uno decide quedarse.
Lo supe la primera vez que lo vi temblar en silencio, con la carta de Beatriz entre las manos. No lloró. No gritó. Solo apretó los labios con una fuerza que parecía sostener todo el peso del mundo. Yo no dije nada. Me senté a su lado. Le puse una mano en la espalda. Y él inclinó la cabeza hasta apoyarla en mi hombro. Así comenzó todo.
Meses después, estábamos en Tokio, con un invierno blando que se deshacía en los tejados. Camilo me esperaba en la estación de tren con una bufanda nueva, y aunque me abrazó con la misma intensidad de siempre, sus ojos habían cambiado. Ya no eran los ojos del hombre que lo cargaba todo. Eran los de alguien que, por fin, había soltado algo.
—Gracias por venir —me dijo, con esa voz ronca de las noches largas.
—Gracias por seguir aquí —l