Capítulo 121. Hilos que cruzan océanos.
**Valentina**
Desde la ventanilla del avión, Tokio se extendía como un tapiz de luces infinitas. Una constelación invertida. Cada edificio parecía tejido con líneas de neón y sombras, como si toda la ciudad fuera una gigantesca creación de origami eléctrico. Un suspiro se escapó de mis labios.
—¿Estás bien? —preguntó Alejandro, tomándome la mano mientras el avión descendía.
—Estoy… sobrecogida —dije con una sonrisa—. No sé si emocionada o aterrada.
—Lo estás haciendo. Estamos aquí. ORIGEN está aquí.
Asentí. Lo miré. Sus ojos grises, serenos, parecían absorber todo el caos exterior para dejarme respirar.
Mónica ya llevaba una semana en Japón. Había viajado antes para preparar reuniones con los distribuidores de moda de lujo que nos contactaron tras el escándalo mediático. Pero no veníamos a reparar nada. Veníamos a sembrar.
ORIGEN no solo sobrevivió. Estaba floreciendo.
Llegamos al hotel a medianoche. El barrio de Aoyama dormía en una calma elegante. La recepcionista nos recibió con un