055.
El cuerpo de Selene dolía. Pero no por Elio. No por Florencio.
Dolía porque empezaba a no reconocerse. Había partes de su piel que ya no le respondían igual. El instinto estaba apagado a medias. La loba, confundida.
Se levantó del suelo húmedo del bosque y caminó hacia la casa. Tenía barro hasta las rodillas, la boca seca, y las piernas tensas de no haber corrido en horas.
Ella, que antes vivía a través del movimiento. Ahora estaba atrapada en la pausa.
El fuego de la noche anterior seguía ardiendo, consumiendo los restos de la camisa de Elio. Pero el olor no se iba.
El cuerpo seguía impregnado.
Y eso la quemaba por dentro.
No por placer. Por humillación.
Porque lo había dejado entrar. Porque lo había tocado. Porque le había mostrado la grieta.
Y él… la había abierto más.
🌑 🌊 🐾
En otra parte del bosque, más cerca de la zona de la Laguna del Plata, Mar enterraba algo.
Una caja de metal oxidada. Dentro, recortes, fotos, anotaciones, y un frasco con agua salada de su propio ritual fal