Dorian Blackwood no era un hombre fácil de descifrar. Su porte impecable, sus modales pulidos y su voz grave daban la impresión de que estaba siempre en control. Pero bajo esa fachada de elegancia y seguridad, existía un joven que había crecido aprendiendo que la perfección no era una elección, sino una obligación.
Su padre, Richard Blackwood, era un importante empresario británico, propietario de una de las corporaciones más influyentes en Europa. Un hombre de voz dura y expectativas más duras aún. El divorcio con la madre de Dorian ocurrió cuando él apenas tenía ocho años. No hubo peleas frente a él, no hubo gritos… pero hubo silencios prolongados, miradas frías y esa sensación de que algo se había roto para siempre.
Tras la separación, Dorian no vivió con ninguno de los dos de forma constante, Richard, demasiado ocupado para criar a un hijo, decidió enviarlo a internados de lujo. Ahí creció, entre paredes de piedra, pasillos silenciosos y la rigidez de la disciplina británica. Apre