Kael
La sombra del palacio de Aleksandr se perfila ante nosotros, inmensa, imponente, casi irreal en la oscuridad que cae sobre nosotros. El viento que nos ha perseguido hasta aquí parece disiparse a la entrada, reemplazado por un silencio pesado, casi sofocante. La arquitectura del palacio es una obra de piedra y vidrio, una estructura gótica que parece querer fusionarse con la noche misma. Las paredes están adornadas con estatuas de criaturas olvidadas, sus miradas vacías fijándose en un destino que todos compartimos, de una manera u otra. Hemos cruzado el umbral, y con este paso, ya no hay retorno.
Aleksandr va a la cabeza, su porte silencioso, casi irreal, desprendiendo una potencia que incluso los hombres lobo más temidos no pueden ignorar. Sus ojos, brasas ardientes en la penumbra, escrutan el horizonte como un depredador anticipando el más mínimo movimiento. Es un vampiro. Un depredador por completo en un mundo de presas, y sin embargo, lo que nos une hoy es un solo punto en co