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Capítulo 26— La Pertenencia

Soren

La miro, temblorosa, frágil. Pero esta vez, ya no es miedo. Es esa aceptación que la roza. Esa toma de conciencia brutal.

Me acerco lentamente, deslizo mis dedos por su nuca, sobre esa marca casi invisible que ahora lleva.

— Tu corazón es nuestro. Puedes intentar negarlo, Ivy. Pero este vínculo… es más antiguo, más fuerte que tu voluntad.

Ella gime, sacudida por escalofríos.

La veo caer. El último hilo de resistencia se rompe.

Ivy

Están allí. A mi alrededor. Inmensos, poderosos, inexorables.

Lyam me devora con la mirada. Kael juega con mi piel. Soren ya me posee sin una palabra.

Finalmente bajo las armas. Mis dedos se cierran sobre la camisa de Kael. Mis labios tiemblan, pero murmuro:

— Muéstramelo…

Tres sonrisas feroces se esbozan.

Kael

Gruño, incapaz de esperar más tiempo.

— ¿Quieres la verdad, Ivy? Entonces mira. Siente. Déjate llevar.

Rasgo la tela que la cubre, expongo su piel a las miradas ardientes de mis hermanos.

Ella tiembla, sus pezones se endurecen por el frío… o el deseo.

Lyam

Me inclino, beso su nuca, bajo lentamente hacia su pecho. Ella gime, se arquea contra mí.

— Eres perfecta. Y eres nuestra.

Mis dientes rozan su piel, marcando lo que ella ya sabe.

Soren

Me coloco detrás de ella, mis manos deslizándose por sus caderas, explorando cada parte de su piel ofrecida.

La siento vibrar. Lista para perderse.

— Deja de pensar. Olvida todo. Aquí solo estamos nosotros. Nosotros y este vínculo.

Ivy

Me devoran. Me consumen.

No soy más que un cuerpo ofrecido, ardiendo de esa fiebre que han despertado.

Lyam me levanta, me acuesta sobre la mesa. Kael se apodera de mis labios en un beso violento, posesivo. Soren explora mi piel, murmura palabras en esa lengua antigua que a veces hablan, solo entre ellos.

Y entiendo.

Les pertenezco.

Para siempre.

No quiero huir más.

Quiero arder con ellos.

Lyam — Kael — Soren

Hemos ganado.

Ella es nuestra.

Y esta vez, lo sabe.

Ivy

Me cubren con sus cuerpos, con sus besos, con sus caricias. No existe nada más. La habitación, el mundo, el miedo… Todo desaparece. Solo están ellos.

Lyam se apodera de mis labios con un hambre animal. Su lengua se abre camino, me explora, me enciende. Sus manos se deslizan por mis caderas, se cierran sobre mi carne con posesividad.

— Eres nuestra, Ivy… susurra. Esta noche, nunca lo olvidarás.

Kael se desliza entre mis muslos, sus dedos rozan mi piel temblorosa, bajan hasta ese centro ardiente que solo los desea a ellos.

— Mírame… susurra. Quiero ver tus ojos cuando te rindas.

Levanto el rostro hacia él, incapaz de hablar. Mis labios se entreabren en un gemido ahogado cuando desliza sus dedos dentro de mí, lentamente, saboreando cada reacción, cada estremecimiento de mi cuerpo.

— Tan hermosa…

Soren

Me arrodillo detrás de ella, mis manos deslizándose por sus caderas, subiendo por su espalda desnuda. Su olor está en todas partes. Su miedo se ha evaporado, reemplazado por ese deseo bruto, salvaje, incontrolable.

Me inclino, deposito un beso en su nuca antes de murmurar:

— ¿Quieres sentir cuán nuestra eres, Ivy?

Ella jadea, se arquea bajo mí.

Gruño, mis dedos se deslizan sobre su piel satinada mientras Kael la trabaja lentamente, preparándola, llevándola al borde de la éxtasis.

Kael

La siento lista, temblorosa. Pero no es suficiente. Aún no.

La quiero perdida, incapaz de pensar en otra cosa que no sea nosotros.

Mis dedos se hunden más profundamente en ella mientras me inclino sobre ella, mi boca devorando la curva de su pecho.

— Eres nuestra, Ivy… repito. Solo nuestra.

Lyam

La beso de nuevo, hasta marearla, hasta privarla de aire. Luego me aparto, contemplo este cuadro: su piel desnuda, sus manos sobre ella, sus ojos perdidos en placer.

— Mírame, Ivy. Dime que nos quieres.

Su voz está rota, áspera, cuando finalmente murmura:

— Yo… yo los quiero.

Se acabó. Sin barreras. Sin huida. Se entrega. Completamente.

Ivy

Me toman. A los tres.

Lyam se hunde en mí de un golpe, brutal, haciéndome gritar su nombre. Kael sigue besándome, sus labios sobre mis senos, sus manos sobre mi garganta, posesivas.

Soren murmura palabras en mi oído, su mano acaricia mi espalda, mi vientre, mi clítoris, sin dejarme respiro.

Estoy atrapada, llena, marcada.

Cada vaivén de Lyam me empuja más lejos en la entrega, en esta locura dulce que me engulle.

— Más… susurro.

Kael me sonríe, cruel, magnífico.

— ¿Crees que te dejaremos respirar, ahora que eres nuestra?

Se alternan. Me toman, me consumen.

Soren se apodera de mí a su vez, su cuerpo contra el mío, sus manos apretadas en mis caderas mientras se hunde en mí con un golpe poderoso.

Grito, incapaz de contener el placer que me quiebra.

Soren

Ella es magnífica, abandonada, ofrecida.

La tomo más fuerte, más rápido, gruñendo contra su piel.

Lyam la acaricia, la besa, Kael la mira como un tesoro que se niega a compartir.

Somos de ella tanto como ella es nuestra.

— Grita nuestros nombres, Ivy. Que lo escuchemos, que no haya más dudas.

Ella obedece. Grita. Nuestros nombres arrancados de su garganta en un gemido de puro placer.

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